Opinión | Tribuna

José Damián Ruiz Sinoga

¡Es la calidad!

Una democracia occidental debe apostar por la Universidad pública, en primer lugar porque garantiza la igualdad de oportunidades

Sorprende la calificación de “patochada” de la defensa de los valores de la universidad pública

Sorprende la calificación de “patochada” de la defensa de los valores de la universidad pública / L.O.

Ya tenemos nuevo falso debate, amañado e interesado. De la misma forma que hace unas décadas se pretendió enfrentar educación pública y privada, y más recientemente sanidad pública y privada, ahora le ha tocado el turno a la Universidad. Pareciera que hay una moda en confrontar blancos y negros, que en el ámbito de la gestión se manifiesta en enfrentar lo público a lo privado, y que se acrecienta sobremanera cuando además hay intereses económicos de por medio. Sin embargo, este debate estéril está ocultando el verdadero debate que debiera ser la preocupación por garantizar un servicio de calidad, ya sea en el ámbito público o en el privado. Y para eso, ambos deben competir con las mismas reglas.

Imagínese que usted va a examinarse para obtener el permiso de conducir vehículos y observa como otro ciudadano, tras haber sido suspendido en ese mismo intento, y finalizado el examen, se monta en su flamante vehículo para realizar su itinerario de vuelta, ante su perplejidad y estupor. Pues bien, eso es exactamente lo que está sucediendo con algunas universidades privadas dentro del contexto del mapa general de universidades en España y, especialmente, del andaluz. Repito, con algunas universidades privadas. Sin embargo, lo que está trascendiendo, dentro del más puro maniqueísmo político interesado, es que se está en contra de la universidad privada en beneficio de la pública, para una vez más manipular cualquier tipo de parecido con la realidad.

Es evidente que una democracia occidental debe apostar por la Universidad pública, en primer lugar porque garantiza la igualdad de oportunidades. En una sociedad meritocrática que se precie, que alguien pueda acceder a tal o cual titulación no se puede deber a que la pueda pagar, sino a que ha conseguido superar la nota de acceso requerida. Ese es un principio de cualquier sociedad meritocrática, y la derecha en España siempre ha enarbolado la bandera del mérito, curiosamente. En segundo lugar, porque en la Universidad pública, debido a sus métodos de acceso, sus agentes activos, alumnado, profesorado y personal técnico, fomentan el pensamiento crítico y la ciudadanía activa, al carecer de un patrón de comportamiento o directriz marcada por unos dueños privados de la Universidad, lo que contribuye a preservar la autonomía y la libertad académica. En tercer lugar, porque permite la realización de investigaciones de interés público y el avance del conocimiento, y no exactamente en función de las exigencias de las normas del modelo productivo del momento y mucho menos de los mercados, con lo que contribuye al desarrollo económico y productivo sostenible, al evitar la mercantilización de la educación.

Por todo ello, sorprende la calificación de “patochada” de la defensa de los valores de la universidad pública, precisamente por quien no ha tenido la experiencia ni la satisfacción de haber pasado por sus aulas, y mucho más la defensa a ultranza de unas universidades privadas que están accediendo al mapa universitario andaluz a pesar de haber obtenido informes muy negativos en sus respectivas evaluaciones. Si se estuvieran creando (o trayendo) universidades privadas de calidad, como algunas de las que hay en el panorama nacional, estaríamos hablando de otra historia. Pero aquí lo que se está haciendo es crear una especie de academias de fondos de inversión para ganar dinero con la falta de plazas públicas en determinadas titulaciones, haciéndolo pasar por universidades. Todo ello además cuando, paralelamente, se condiciona gravemente la viabilidad económica de las universidades públicas andaluzas, a pesar de que garantizar su financiación es una de las obligaciones de la Junta.

Y así podemos llegar al esperpento de la calificación de “ataque ideológico” a la exigencia del PSOE de endurecer y exigir calidad a las privadas con los mismos criterios que se exige a la pública. Los mismos, ni más, ni menos. Y todo ello mientras se enarbola falsamente la bandera de la libertad para poner la alfombra roja a unos establecimientos que serán unos negocios fabulosos, pero que desde luego no son, ni serán, ni lejanamente, unas universidades de calidad.

Porque pretender definir como demagógica la preocupación por la expansión de universidades privadas impulsada por el PP, sin mínimos de calidad, sin planificación, a la vez que se pretende asfixiar económicamente a la Universidad pública, no es más que una burda maniobra para intentar blanquear una política cuyo único propósito es beneficiar intereses privados. Sin más. Y esto no solo no es un avance para Andalucía, sino que es una enorme amenaza para la igualdad y la calidad de nuestro sistema público universitario.

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