Opinión | 360 grados

No hay guerras sin propaganda

No se puede reconocer abiertamente que se lucha por el control del gas, del petróleo o por el dinero, sino que hay que camuflar esos intereses que son bien reales

Guerra de Ucrania.

Guerra de Ucrania. / ROMAN PETUSHKOV / EFE

No hay, no ha habido nunca guerras sin propaganda de guerra, algo puesto una vez más de manifiesto en las guerras de Ucrania y de Siria, por no hablar del genocidio israelí contra el pueblo palestino.

Uno de los intelectuales que más ha estudiado ese fenómeno es el belga Michel Collon, recientemente invitado a un debate en la televisión francesa en el que se despachó a gusto sobre un tema que domina.

«No hay guerra sin desinformación, sin propaganda: es el primer principio de toda guerra», afirmó Collon, que calificó de ese modo cuanto acababa de escuchar de labios de otros participantes en el debate.

Collon citó al que fue primer ministro británico durante los dos últimos años de la Primera Guerra Mundial, David Lloyd George, quien confesó: «Si la gente supiera lo que son las guerras, no las habría».

No se puede reconocer abiertamente que se lucha por el control del gas, del petróleo o por el dinero, sino que hay que camuflar esos intereses que son bien reales y ‘trabajar’ a la opinión pública.

Es éste un fenómeno bien estudiado por Noam Chomsky y Edward S. Herman en su libro ‘Manufacturing consent’ (La fabricación del consenso), publicado en España con el mucho menos elocuente de ‘Los guardianes de la libertad’.

Ocultar la historia

Otro de los principios de la propaganda de guerra es ‘ocultar la historia’, es decir los orígenes reales de un conflicto, como ocurre en la actual cobertura mediática de la guerra de Ucrania, del genocidio de Gaza o del caos sirio.

Francia, dijo Collon, no es quién para dar lecciones a Siria, a la que bombardeó en 1945 para impedir su independencia y a la que luego dividió sobre bases religiosas.

Y cuando se habla del empleo de armas químicas por el derrocado régimen sirio, algo ciertamente intolerable, no hay que olvidar, añadió Collon, qué país ha sido el que más armas químicas, biológicas y bacteriológicas ha utilizado en toda la historia: Estados Unidos, por lo que «no hay que ir muy lejos para encontrar a los culpables».

Propaganda de guerra es también presentar un conflicto como una defensa de la democracia o de los derechos humanos, decir que se trata de proteger a las víctimas y repetir una y otra vez ese argumento hasta que parezca creíble.

El último principio de la propaganda de guerra, según Collon, consiste en impedir el debate, censurar las opiniones adversas y satanizar a quienes las mantienen.

Es lo que ocurre continuamente, por ejemplo, cuando se denigra como «amigos de Putin» a quienes se limitan a abogar por la diplomacia y las negociaciones frente a las armas, para resolver el conflicto ucraniano.

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