Opinión | Tribuna
Malos tiempos «et non habemus papam»
La deshumanización sigue cabalgando a horcajadas de negros caballos del apocalipsis que merodean en nuestro alrededor

El papa Francisco en el Muro de las Lamentaciones. / Ariel Schalit / Associated Press
Parece que el tiempo se ha empeñado en liar las cosas, en sembrar dudas en el futuro y en crear preocupación y desesperanza en la gente de buena voluntad. Los avatares políticos, la irrupción de la política canalla como forma de ejercerla, las guerras y la destrucción en variados lugares de la tierra, así como el cuestionamiento y la pérdida de principios democráticos y valores sociales, se ciernen sobre nosotros como una amenazante nube de tormenta.
WOKE vs MAGA
La deshumanización sigue cabalgando a horcajadas de negros caballos del apocalipsis que merodean en nuestro alrededor. No, no es pesimismo, es la fundada sensación que va surgiendo ante la gobernanza de los nuevos iluminados delirantes y megalómanos que niegan la justicia social y califican a todo aquello que la defienda como ideología WOKE. Lo suyo, lo que defienden, es el darwinismo social, que bajo mi punto de vista entronca con la ideología nazi, pues entiende a la sociedad sometida a la teoría evolucionista de Darwin, donde solo sobreviven los grupos más poderosos en una lucha a muerte por la supervivencia, en este caso bajo las leyes exclusivas del mercado libre, de momento.
Los agoreros negacionistas y conspiranoicos están de suerte. Las RR. SS. y otros medios les permiten llegar a los más recónditos lugares y a sujetos dispuestos a creerse cualquier fantasía, bulo o felonía por muy infundada y cuestionable que sea. La incultura y falta de criterio científico de muchos adeptos a esas RR. SS., su falta de sensatez y capacidad de razonamiento crítico, es un buen caldo de cultivo para esas ideas del movimiento MAGA representado por Trump y sus seguidores, que pretendiendo llevar a América a ser grande y acabará en recesión a nivel internacional según las doctas previsiones.
De momento se comienza a dar un intenso debate, por no decir lucha, que nos está llevando a la deconstrucción del sistema democrático, con la redefinición de valores que conlleva, por lo que nos sentimos agredidos todos los defensores de la democracia ante el empuje de la plutocracia. Empezamos a dar más importancia a las cosas que a los seres humanos. Subvertimos, en beneficio del dios dinero, valores como la solidaridad, la igualdad y la fraternidad, que son los principios fundamentales y universales que han reinado en los últimos tiempos. La empatía se esfumó y, por tanto, el egoísmo y la incomprensión caminan a sus anchas dinamitando la solidaridad. La justicia social y los principios solidarios que la sustentan se cuestionan, mientras Milei, y los suyos, la califican de aberrante… vaya por Dios, cuán aberrante es calificarla de aberrante. La enseñanza se encamina más a la tecnología que a las humanidades, orientada a la producción consumista, en detrimento de la evolución y desarrollo intelectual del ser humano. Los derechos humanos pasan a segundo plano y se impone el orden de la fuerza. El respeto a las fronteras se pierde y hay quien reclama territorios que no son suyos argumentando su propia conveniencia y la fuerza que lo avala. El estilo y las formas de hacer política se encanalla y afloran maneras impresentables de ejercerla, con insultos y ausencia de respeto al contrincante o adversario político y a quienes representan, buscando la confrontación en lugar del consenso y la concordia. En suma, agreden a la democracia desde el ejercicio de la misma. Vivimos, pues, malos tiempos para la lírica, como decía la canción del grupo Golpes Bajos allá por 1983.
Y ahora la Iglesia
Aquí vale la expresión popular: ¡Que Dios nos coja confesados! Y por si no teníamos bastante, fallece el papa Francisco, un personaje significativo para el mundo, sobre todo para los católicos, en cuyo testimonio, a pesar de algunos claroscuros, prevalece su mensaje de humanismo rompedor con los tiempos anteriores del papado, más conservadores. Yo mantengo en mi recuerdo la figura de Juan Pablo II amonestando a un Ernesto Cardenal, defensor de la teología de la liberación, que se postraba arrodillado ante él, mientras, en contrapartida, se le vio muy ufano junto a un Pinochet dictador y erecto al saludarlo, pero ya se sabe como era Wojtyła. No obstante, es sorprendente ver como determinados gurús de la comunicación y de la política han denostado a Francisco: «Pertenece a esa generación criminal de la extrema izquierda montonera peronista» (Jiménez Losantos), «Sos el representante del maligno en la casa de Dios. ¡Viva la libertad, carajo!» (no es necesario indicar su procedencia), para luego alabarlo.
Mas esa tendencia, que tenía Francisco, de mandar a la periferia para vivir los problemas del pueblo, (no me referiré a su expresión de que el pastor ha de oler a oveja, aunque valga como metáfora del redil), rompió la imagen vincular con el poder al que siempre se sumó la Iglesia desde Constantino. En cierto sentido ha retomado el enfoque doctrinal que dio Juan XXIII con el Concilio Vaticano II, cuando yo era joven y «creyente». Pero hay cosas de la Iglesia que son difícilmente cambiables, como la consideración respecto la mujer. Esa especie de misoginia anacrónica, como muchas otras cosas que persisten en la religión, será complicado erradicarlas; el bocado a la manzana sigue pensando como simbología de malignidad diabólica de la mujer que tienta, y pierde, al cándido hombre pecador. Ni una sola mujer había en la comitiva que trasladó al papa desde la capilla de su residencia de Santa Marta, hasta la Basílica de San Pedro.
La Iglesia es conservadora por definición y lo ha demostrado a lo largo de la historia, solo hace falta verla en su expresión ritual, su boato y su forma de gobierno. Si algunos pudieran la elevarían al poder hasta el ejercicio de la teocracia. EL ramalazo de luz que trajo la Teología de la liberación fue eso, relámpago luminoso que se apagó con los papas sucesores de Juan XXIII, cuya crónica ortodoxia se impuso, aunque no la intransigente de Lefebvre. Tendría que llegar alguien más heterodoxo y cercano al sufrir de los pueblos, como Francisco, para inspirar el cambio. Bajo mi humilde opinión, las iglesias y, por extensión, las religiones, que no son obra de Dios sino del hombre, adolecen de todos los males y bienes de sus creadores y sostenedores, tal como lo demuestra el estudio de su historia. En ella se dan la mano el santo y el diablo, el humilde y el soberbio, el ladrón y el caritativo, el despiadado y el compasivo… En uno de mis aforismos sostengo que: «Dios creó el espíritu libre y el hombre inventó las religiones para someterlo», en la mayoría de los casos para someterlo al poder establecido, donde el entrega al dolor, la pobreza y la obediencia es una virtud.
La encrucijada
Estamos en una encrucijada de especial trascendencia, donde nos debatimos entre el sometimiento del ser humano a la estructura dominante del poder, y el desarrollo del espíritu libre que lleve a la excelencia humanista en armonía con el entorno. Podemos acabar en una sociedad gobernada por el odio, el conflicto y al confrontación soberbia y egoísta de ególatras insolidarios y miopes, o en otra que camine por senderos de paz y sinergias de progreso compartido. La creatividad y desarrollo de unos pocos da el poder a esos pocos y la creatividad y progreso individual de todo el colectivo se comparte en comunión social enriqueciendo a la globalidad. En la mano de los gestores, de los gobernantes, está el enfoque del asunto. La elección de ellos es relevante para orientarnos en una u otra dirección.
Ahora, la Iglesia, se enfrenta a una elección de especial trascendencia, dada la influencia que tiene el papa en el mundo de los católicos, que son muchos a lo largo y ancho del planeta. Su universalidad le da acceso a un amplio abanico de países, culturas y sociedades. Por tanto tiene gran capacidad para crear actitudes y talantes entre sus fieles, que permitan, o no, el acercamiento entre los pueblos. No será lo mismo ver a un papa cercano a la motosierra insultante de Milei, que construyendo puentes y sembrando el entendimiento y la concordia entre las naciones, denunciando la injusticia, los crímenes de lesa humanidad, los genocidios y las guerras, el hambre y la miseria, que haciendo oídos sordos ante tales atropellos. Esperemos que la luz y la sabiduría ejerzan su influencia en el conclave para elegir, a quien siembre el entendimiento, desde el respeto a la diversidad de los pueblos y el derecho individual de la gente. Si es así, eso nos ayudará a paliar los malos tiempos que se avecinan. A ver que «papam habemus».
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