Opinión | MARCAJE EN CORTO
Francisco, el del "pie duro"

El papa Francisco, durante una de sus primeras misas de Pascua en la plaza de San Pedro. / Reuters
Murió el papa Francisco, apenas siete horas antes de que, con un temple de otra época, se despidiese de mis dos hermanos y de mí nuestra madre. Me atrevo a decir que Carmen era tan devota del primer pontífice latinoamericano como el propio papa lo era de su equipo de fútbol, San Lorenzo. Fue mi hermana la encargada de decirle, ya postrada en la cama del hospital donde su estado se había tornado irreversible, la noticia del fallecimiento repentino del sucesor de San Pedro. "Pues yo me voy con él", proclamó. A continuación pudo pronunciar palabras maravillosas, de agradecimiento a la vida y a todos los que habíamos cuidado de ella.
Justo siete días han pasado desde aquella fatídica tarde. Nuestra madre se marchó en paz. Inundó de desasosiego a cuantos crecimos de su mano. Porque aún marchándose en un suspiro de pocas horas tuvo la entereza suficiente como para transmitirnos cómo quería que organizásemos todo tras su adiós. E incluso fue más allá en ese camino o tránsito con el que reencontrarse, cuatro años y pico después, con nuestro padre.
En los últimos tiempos, nuestra madre gustaba más que nunca de ver fútbol por televisión. Y no sé si hasta esta pasión se la había transmitido el propio Francisco. El papa argentino relataba en su reciente autobiografía, titulada Esperanza, que en su barrio natal de Buenos Aires había crecido dando patadas a un esférico. Y confesaba que sus habilidades no daban para demasiado, ya que le habían apodado los otros niños como "pie duro".
En mi visita de primeros de febrero de 2020 al Vaticano, con la enfermedad del Covid-19 siendo ya noticia en el entorno de Venecia, pude comprobar con mis propios ojos la pasión por el balompié de Jorge Mario Bergoglio. Allí tenía un pequeño altar del deporte rey, en los propios Museos Vaticanos, donde poder admirar, por ejemplo, una de las camisetas de su club de toda la vida, San Lorenzo de Almagro, así como la elástica de la selección nacional de fútbol de Argentina, que en septiembre de 2014 le entregase Diego Armando Maradona.
La fuerza del fútbol, como deporte global, es incuestionable. Francisco lo tenía claro. Consideraba que esta disciplina conectaba pueblos y a toda la humanidad, por encima de religiones, razas y cualquier otro contexto geopolítico. Ante un partido importante hasta se detienen guerras. Bajan los ingresos en las urgencias hospitalarias e incluso quedan desiertas calles y autopistas.
Desierta también quedó la principal competición futbolística en Italia, el pasado lunes, con los encuentros previstos aplazados, nada más conocerse la muerte del pontífice. Y al otro lado del Atlántico, desde las oficinas del estadio que lleva ya el nombre de Francisco, el de su querido San Lorenzo, el fallecimiento generó el siguiente mensaje a través de los perfiles oficiales de este club: "Nunca fue uno más y siempre fue uno de los nuestros. Cuervo de niño y de hombre... Cuervo de cura y de cardenal... Cuervo hasta de Papa".
El papa consideraba que el fútbol tenía la virtud de aunar hacia un mismo destino a personas muy distintas. Esa capacidad de fomentar el compañerismo, de propiciar el trabajo en equipo, al no poderse jugar en solitario, era el mejor aliado para luchar frente al creciente individualismo que muestra la sociedad actual.
Francisco se marchó con multitud de encuentros que, bien documentados, forman parte ya del deporte rey, así como del propio Vaticano. Pudo intercambiar impresiones con dos paisanos universales como el ya reseñado Maradona y Lionel Messi, tras haber conocido en persona a otra leyenda del balompié, el brasileño Pelé.
Asimismo recibió a la directiva y a algunos jugadores de San Lorenzo un año después de que se convirtiese en papa, en 2014, cuando acababan de lograr la Copa Libertadores. Era la primera vez que su club conquistaba el título de clubes más importante de Sudamérica. Y tuvo encuentros personales con otros grandes de este deporte, como Buffon, Andrea Pirlo, Ronaldinho, Balotelli o la selección croata, en su camino a la Eurocopa que el pasado año alzó España.
Quiero imaginarme hoy a nuestra madre, y a todas esas personas que siguieron la palabra de Jorge Mario, escuchándolo hablar, allá arriba, sobre quién fue "pie duro".
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