Opinión | Viento fresco

Sensaciones a oscuras

La vida detenida. El apagón y sus casuísticas. Cada cual lo vivió como pudo o le dejaron. Ay, la radio.

Viajeros tirados en Vialia.

Viajeros tirados en Vialia. / l.o.

La inspiración llega pero tiene que pillarte trabajando. A mí el apagón me sorprendió trabajando inspiradamente, pero la inspiración hoy día ya no es nada sin la tecnología. Ansiedad. Pasado un buen rato cogí un Boli Bic, tecnología modernísima que no envejece, y comencé a anotar ideas en un folio. Se habla mucho del miedo al folio en blanco, incluso lo dice gente que ya no tiene folios. Tras ese despliegue informativo analógico para nadie, salí a la calle. La palabra caos le viene a la mente rápido a un periodista. Pero los coches frenaban amablemente para que los peatones pasaran y los cruces tenían tráfico fluido y sin que los semáforos funcionaran. La civilización era esto. Pensé en un cirujano operando, en un piloto de avión, en gente atrapada en ascensores. No pensé en alguien sentado tranquilamente en el porche de su casa leyendo El Quijote.

Colas en los bazares chinos. Hay pilas. Hay radios. Hay radios a pilas. Ah, qué grandeza la de la radio, qué decir. Que labor, qué compañía, cuanta información. Los medios forman, informan y entretienen pero se habla poco de lo que pueden llegar a tranquilizar. Muchos lo que hacen es ponerte de los nervios. Crisparte.

La ansiedad fue dejando paso a una sensación, una vez comprobado que los tuyos están bien, como de confinamiento, como de paz, de sosiego, incluso. El móvil se quedó sin batería. La vida suspendida. Mi hijo me pidió un periódico. Un periódico impreso. Un artefacto tan ajeno a su generación que no obstante manejó con pericia. Algunos supermercados estaban cerrados pero a otros les funcionaba hasta el cobro por tarjeta. Que para qué querrán tantos huevos. Las baldas de pan y laterío, arrasadas. Yo cogí patatas fritas, berberechos de lata y una botella de vino. Cada uno se equivoca como puede. Las únicas aceitunas que quedaban eran con sabor a limón. Nunca más me reiré de los kits de emergencia. Nunca más sin dinero en efectivo. En efectivo o con jaqueca.

A la noche, vistazo desde el balcón. Más que la boca de un lobo, parecía la de un perro con halitosis: negrura y cierta brisa. Piensa uno en lo sintecho. Claro, para qué va a pensar uno en sitios agradables donde ya hay luz. Pruebo a leer un libro con la linternita pero el pensamiento se me va a cómo es el mecanismo de esa linternita. Y al uso y abuso de los diminutivos. El whatsapp va y viene como un reflujo molesto. Una experiencia más en la vida, aunque no sabe uno si necesita tantas experiencias en la vida. Tal vez esta, innecesaria. A todas luces.

Tracking Pixel Contents