Opinión | CARTAS

Venancio Rodríguez Sanz

málaga

El día del apagón en un ascensor

El día del apagón, a mí me cogió en un ascensor en el décimo piso. Viendo que pasaban las horas y nadie acudía en mi auxilio, decidí salir de aquel agujero por mis propios medios. Hice un boquete en el techo del ascensor con mi navaja multiusos doblando

las esquinas para no cortarme al pasar a través de él. una vez estuve encima del ascensor, trepé por el cable hasta llegar al techo del edificio. Haciendo cuña con mis pies en las paredes, me solté del cable e intenté abrir la trampilla que da acceso al exterior,

pero estaba cerrada con un candado. Así que con mi navaja multiusos fui horadando la pared. Una vez terminado el butrón, saqué la cabeza a través de él y pensé: ¡qué mala suerte, la pared da a la calle! Miré hacia la derecha y el paredón estaba liso. Miré

a la izquierda y a cierta distancia vi una tubería amarilla y pensé: quizás sea del gas. Entonces me dije: quizás si doy un salto al balcón pueda agarrarme del caño y bajar por él. Cogí mi navaja multiusos y utilizándolo a modo de piolet, me lancé al vacío.

Como el marco de la ventana era de madera, la navaja se clavó y quedé allí colgado. Entonces, con las yemas de mis dedos me agarré del alfeizar y, lentamente, me fui acercando a la cañería. Una vez la alcancé, me deslicé hacia abajo. Aunque el conducto se

quedaba en el primero y el suelo distaba unos 5 metros. Entonces, acertó a pasar el camión de la basura. Sin pensarlo dos veces, di un salto y caí encima de los desperdicios. Un trozo de cebolla me entró en la oreja. Una hoja de lechuga se me pegó en el cuello.

Un tomate abierto por la mitad ilustraba mi frente. Entonces pensé: ya nadie dirá que tengo la frente despejada, ¡Puf!

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