Opinión | Crónica política

100 días para darle la vuelta al mundo

El presidente de EEUU Donald Trump.

El presidente de EEUU Donald Trump. / L. O.

Ni siquiera Julio Verne, autor de ‘La Vuelta al mundo en 80 días’, hubiera imaginado un guión tan vertiginoso y desconcertante. Ni el propio Trump anticipó todo lo que vendría. Es más; parece estar reescribiendo su programa sobre la marcha.

Lo que comenzó con promesas de mano dura migratoria y amenazas de guerras comerciales, ha desembocado en un alud de decisiones imprevisibles que incluyen desde el proyecto de compra de Groenlandia hasta cárceles para deportados en El Salvador. Por no hablar del hostigamiento a jueces, recortes a las universidades, o incluso el distanciamiento con Canadá, tradicional aliado.

En tres meses, Trump ha logrado darle la vuelta al mundo. Lo que antes era incertidumbre ya es miedo. Miedo entre los inmigrantes, incluso entre los legales. Miedo en empresas y mercados bursátiles. Y entre los aliados, inquietos ante la erosión de las instituciones democráticas en Estados Unidos, antes referente global del estado de derecho.

El MAGA (Make America Great Again) amenaza con arrastrar a Estados Unidos hacia el declive. Porque el poderío estadounidense se levantó sobre tres pilares sólidos: la excelencia científica y tecnológica de sus universidades, su supremacía militar -alimentada por la innovación-, y una inmigración cualificada que dio vida a Silicon Valley (el 40% de los ingenieros es de origen asiático).

Trump ha atacado esos tres cimientos. Ha intimidado a investigadores y académicos frenando la llegada de talento extranjero y fomentado la fuga de cerebros. Ha sembrado la confusión entre economistas, militares y diplomáticos. Y ha dañado la reputación internacional de su país.

EEUU retrocede y sus adversarios se fortalecen. China, ante el desorden arancelario, se envalentona. Europa, sacudida por el Brexit y sus tensiones internas, despierta de su letargo burocrático con una especie de MEGA (Make Europe Great Again).

Algunas cifras para entender lo que sucede: de las 210 órdenes ejecutivas firmadas por Trump, 122 han sido bloqueadas por el poder judicial. Su popularidad se desploma: solo el 39 % de los ciudadanos aprueba su gestión. Y aliados como Elon Musk han resultado profundamente dañados por su exhibición impúdica de poder.

Todo esto ocurre en un contexto geopolítico muy delicado. Las guerras en Ucrania y Gaza, el intento de anexión de Groenlandia y el reordenamiento diplomático global dibujan un nuevo mapa. Europa intenta asumir una mayor autonomía estratégica; el Vaticano debe redefinir su papel, y Canadá consolida en urnas una renacida identidad nacionalista. En paralelo, China asienta su liderazgo en el Indo-Pacífico.

Cinco claves resumen este caos: primero la resistencia del poder judicial estadounidense a doblegarse; segundo, la reacción todavía discreta pero creciente de la ciudadanía; tercero, la desconfianza de los mercados bursátiles; cuarto, el rechazo de los consumidores a las marcas de aliados de Trump; y por último las pérdidas millonarias de las grandes tecnológicas.

En casa, el Partido Demócrata parece ausente, salvo voces valientes como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez. En Europa, incluso la ultraderecha prefiere bajar el perfil para evitar daños. Mientras tanto, se refuerzan las fronteras físicas con Rusia, especialmente en Polonia y Finlandia.

Y mientras el mundo teme al imperio de la fuerza, en Santo Domingo tiene lugar un contrapunto silencioso pero esperanzador. Allí, en el Congreso Mundial del Derecho, 300 magistrados y juristas de 70 países reivindican el imperio de la ley. El rey Felipe VI entrega el World Peace & Liberty Award a la magistrada de la Corte Suprema de EEUU Sonia Sotomayor. El mundo mira con un ojo a Washington y otro a República Dominicana. Porque frente a la tentación autoritaria, el estado de derecho es el último refugio de la civilización.

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