Opinión | Tribuna
Sin periodismo no hay democracia
Hacer un periodismo con rigor, objetivo, independiente y cercano a la ciudadanía no es fácil cuando priman la mentira, el bulo, la desinformación y el odio

Varios periódicos. / SHUTTERSTOCK
No es fácil hoy en día ser periodista sobre todo cuando contemplas, sin asombro, que cualquier manipulador en las redes sociales o en los panfletos viales que circulan, se autodenominen periodistas y hay algunos, incluso, que se autocalifican de «informadores de la verdad». Llevo tiempo reivindicando un código ético para esta nuestra profesión, tan puteada y maltratada, y exigiendo que se ponga coto a quienes, sin rubor alguno, como agitadores profesionales dicen estar y escribir en medios de comunicación cuando no es verdad. El bufón de Elon Musk tiene dicho que los ‘tuiteros’ son, hoy en día, los medios de comunicación. Hacer periodismo con honestidad, con rigor, con la búsqueda de la verdad, contrastando la misma, es, por desgracia, terreno baldío al primar, como parece, la mentira, el bulo, las medias verdades, la desinformación y, lo que es peor, haberse convertido en plataformas donde incuba el odio, la polarización, el insulto y el descrédito. Esto no es periodismo, es la industria de la mentira y donde señalados artistas de lo chabacano, de lo estridente y de la provocación se alzan como dictadores de la confusión y la desinformación. Y, además, lo hacen sin rubor, con alardes semánticos que embrutecen la realidad. Los líderes de la derecha y derecha extrema se han convertido en hábiles manipuladores de la información, sin importarles que en pocos segundos se desmientan sus mentiras. No podemos, ni debemos, legitimar como medios de comunicación a determinadas páginas webs, ni a determinadas plataformas o redes sociales o poner en los altares de la verdad a quienes han construido su imperio, social, económico y político, con la industria de la mentira. Habrá que poner coto a los provocadores digitales. No todos somos lo mismo y es el Gobierno, vía parlamentaria, quien debe tomar cartas en el asunto tal cual han hecho otros países en Europa como Alemania y Francia.
No he podido evitar esta reflexión de quien lleva más de cincuenta años como periodista porque hoy, en el Ayuntamiento de Málaga, se reconocerán los 120 años que coronan a la Asociación de la Prensa de Málaga. El pueblo de Málaga a través de sus representantes en el consistorio malagueño harán honor a una historia, que con sus luces y sus sombras, ha marcado la información de más de un siglo de cercanía a los ciudadanos malagueños. Días atrás la presidenta de la Asociación de Prensa, Elena Blanco Castilla, defendía la necesaria potenciación de la prensa local, del periodismo cercano, de un periodismo donde se puede detectar al momento si miente o está al servicio de intereses espúreos, con la capacidad de escoger uno u otro medio. Y en defensa del periodista local, el que sabe tomarle el pulso a la calle y ayuda a la cohesión social; un periodismo cercano y comprometido, «no siempre fácil de ejercer».
Esta Asociación tiene en su mochila histórica no pocos momentos en defensa de esta profesión, oficio que últimamente se ve maltratado y puteado hasta lo indecible. Ya lo dijo Steve Bannon, quien fuera paladín de la extrema derecha con Trump: «el problema son los medios (por no decir periodistas) y hay que llenarlos de basura (de mierda)». La Asociación de Málaga ha hecho todo lo contrario: limpiar el huerto, llenarlo de contenido, defender y potenciar la honestidad, el rigor, la búsqueda de la verdad. Y lo hace ahora su presidenta y su equipo de dirección como hace años lo hicieron ilustres presidentes tal cual Joaquín Marín, Andrés García Maldonado y Rafael Salas Gallego, que se desvivieron por defender un oficio, el de informador, tan maltratado en los últimos tiempos.
Hacer un periodismo con rigor, objetivo, independiente y cercano a la ciudadanía no es fácil cuando prima la mentira, el bulo, la desinformación y el odio. Todos ellos tomaron iniciativas en defensa del periodismo bien hecho, con rigor y objetividad; de una profesión que tiene a gala luchar por lo que es su norte: «Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia».
En eso estamos, en la lucha, dura y descarnada, contra quienes pretenden hacer de esta profesión un estercolero. No lo vamos a permitir, al menos quienes nunca hemos vivido, ni viviremos de la industria de la desinformación, de hacer de la mentira, de la media verdad, del bulo y de la mierda informativa una forma de ser y vivir, tal cual hoy se entroniza en no pocos pseudomedios informativos, con directores y equipos que vuelcan en la red nauseabundos trabajos cargados de odio, falseando la verdad e inventándose historias que sólo obedecen a quienes les pagan, entre ellas no poca instituciones, con dinero de mis impuestos.
Siquiera sea porque el Ayuntamiento de Málaga ha dado este paso de acreditar esta digna profesión ya merece la pena seguir en la lucha contra la desinformación y estar vigilantes contra uno de los grandes desafíos de las democracias. ¿Cómo encarar este desafío? No es fácil dar con la tecla y no son pocos los profesionales y respectivas asociaciones que llevan años intentando detener la «máquina del fango», de la que ya escribió Umberto Eco. Siempre existe y queda el miedo, intrínseco en nuestra profesión, de que se nos acuse de atentar contra la libertad de expresión, de estar contra la libertad de Prensa. Y no es cierto, con la libertad, la verdadera, a muerte; contra la mentira, en guerra permanente. Cuando estudié periodismo, en el corazón más duro de la dictadura franquista en la década de los años sesenta, tuve un profesor que sostenía, a la chita callando por miedo, que el periodismo, el verdadero, sería más importante que los partidos y los sindicatos para llevarnos a la democracia, siempre que se ejerciera «con rigor y respeto; con objetividad y al servicio de la verdad». Por lo que sé y conozco, en la Facultad de Ciencias de la Información de la UMA, hay excelente profesorado que, de una forma u otra, lucha contra la desinformación y defienden una profesión digna, al servicio de la sociedad y de los ciudadanos, el verdadero motor que debe alimentar a quienes nos dedicamos a juntar palabras, narrar hechos y trasladar, con rigor, lo que sucede a nuestro alrededor.
Sólo así, esta profesión recuperará su honor y prestigio. Quiero pensar, y así lo deseo, que el galardón que hoy nos otorga el pueblo de Málaga va por ese camino. Bienvenido sea si somos capaces de responder a lo que nos exige la sociedad: la verdad por encima de intereses, sean los que sean. La verdad como principio inalienable, capaz de producir retortijones a quienes han hecho del bulo y la mentira su mejor y única arma política. Añadan ustedes los nombres que quieran.
Adenda: (1) El año pasado fueron asesinados 124 informadores, el 70% por Israel, y 361 fueron encarcelados por su labor. Datos aportados por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ). Con eso está dicho todo. (2) Netanyahu no quiere un solo periodista libre en Gaza. Han sido asesinados 50.000 palestinos, un tercio de ellos niños. Hay 15.000 huérfanos y el 85% de los hogares están destruidos. (3) Trump ha puesto veda a periodistas para que no pisen la Casa Blanca. Con eso está dicho todo.
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