Opinión | Viento fresco

Belleza vaticana

El Vaticano nos entra por la televisión y las redes y aquí asistimos a los manejes y tejes de esa monarquía electiva que lleva funcionando dos mil años

La misa "Pro eligendo pontifice", que oficia el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re,  en la basílica de San Pedro ante la presencia de los 133 cardenales que se encerrarán en cónclave para elegir al papa número 267 de la historia de la Iglesia.

La misa "Pro eligendo pontifice", que oficia el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, en la basílica de San Pedro ante la presencia de los 133 cardenales que se encerrarán en cónclave para elegir al papa número 267 de la historia de la Iglesia. / Mario Tomassetti (EFE)

Lo mejor es abandonarse a la contemplación de la magnificencia, al delicioso boato, a la ceremonia calculada, a la belleza de Roma y el Vaticano. Lo mejor es escudriñar por entre los planos televisivos la Capilla Sixtina, la plaza, la basílica de San Pedro. Hay arte sublime en esos trajes, esa coordinación, esa armonía. Un espectáculo. Que no se da todos los días. El Vaticano nos entra por la televisión y las redes y aquí asistimos a los manejes y tejes de esa monarquía electiva que lleva funcionando dos mil años. Las televisiones, la prensa y la radio, se esfuerzan por traernos información de última hora y uno asiste a las retransmisiones que parecieran ideadas por Bertolucci o Sorrentino. Hay cardenales con cara de personaje de Fellini. Yo entrevistaría a un monaguillo, que en la juventud díscola está el apunte canalla -a veces- e interesante. Los obispos son prudentes y los vaticanistas interpretan silencios o sonrisas, e incluso bulos, como el que trata de desentrañar un arcano.

Todo esto es una cosa para estetas, también, para aprendices de política orgánica. ¿habrán enviado espías el resto de religiones? Leo que no se les da espárragos a los miembros del cónclave, no vayan por mor de lo diurético tener que salir mucho al baño. La palabra camarlengo resucita y a esta hora hay un cura de Marsella o Vigo lamentando haber olvidado algún bártulo o calzoncillo cuando ha desempacado la maleta. Las líneas aéreas suben los precios para volar a Roma y hasta los que prefieren el concepto fumada usan mucho estos días la palabra fumata. Una camarera con aire de Sofía Loren sirve un dedalito de café negro, un espresso, a un grupo de turistas cazurros que buscan la boca de la veritá para hacerse una foto y subirla a las redes mientras un taxista da buen norte de dónde se pueden comer unos espagueti a la napolitana. Roma bulle. Y cuando no. El espectáculo no cesa y ayer a la hora de redactar esta columna, alguien gritaba el extra omnes, todos fuera, segundos fuera. Dentro queda el silencio y fuera los nervios del periodista, la conmoción del creyente, la expectación del mundo, la historia por hacerse. Habrá Papa. Mientras, belleza obliga.

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