Opinión | Viento fresco
Fijo que no lo cogen
El otro día me dio por pensar en cuánto tiempo llevo sin hablar desde un teléfono fijo. Y entonces experimenté

A veces uno llama a alguien y no te coge pero a continuación te escribe un whatsapp / L.O.
El otro día me dio por pensar en cuánto tiempo llevo sin telefonear desde un fijo. Para romper tal ayuno comunicativo me levanté y fui a una mesa cercana de la oficina donde había un aparato y marqué un número al azar.
Como ya no recuerdo ningún número fijo, salvo aquel de casa de mis padres, que nunca más volveré a marcar, tecleé uno que empezaba por seis, o sea, el número de un móvil, claro. Podría haber llamado a un conocido o amigo o familiar, pero el impulso fue de tentar a la suerte. Marqué, digo, pero no contestó nadie. Volví a marcar otro número. Tampoco cogió nadie. Hice un tercer intento. Nada. Consulté la hora. No era intempestiva, por mucho que en una oficina a veces uno pierda la noción del tiempo. Pensé en los receptores de mi llamada. A lo mejor estaban en una mesa de operaciones con el corazón abierto. O en una conferencia sobre la incomunicación actual. O puede que fueran víctimas de un apagón o que hubieran perdido el móvil. Pero claro, también pudiera ser que al ver en su pantalla un número fijo, desconfiaran. Yo cuando desconfío, descuelgo, para ver si así dejo de desconfiar. Pero casi siempre vuelvo a desconfiar porque la llamada suele ser para venderme una alfombra, un seguro, un crédito al consumo o un fármaco contra la calvicie. Fue entonces cuando decidí marcar un número conocido. Sonó un pitido. Y otro. Y otro más. No sé cuántos pitidos son los prudentes, pero el caso es que no cogieron. Volví a mi mesa. A algún lado hay que volver.
A veces uno llama a alguien y no te coge pero a continuación te escribe un whatsapp. Pero el no cogiente en este caso no podía mandarme nada. Si acaso a la porra, mientras contemplaba en la pantallita de su móvil mi número fijo. De repente, casi todo lo interesante ocurre de repente, sonó mi móvil. Miré a ver quién llamaba. Era un fijo. Otra vez a desconfiar. Pero esta vez, más. A ver qué se han creído. A ver si se van a pensar que estoy ahí desesperado y desocupado para coger la llamada del primero que le dé por llamarme a la antigua. De eso nada.
Y sonó el fijo.
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