Opinión | Tribuna
Jaume Flaquer
León XIV, un continuador dialogante de Francisco
Los cardenales han tomado rápidamente la decisión. En solo cuatro votaciones hemos conocido al nuevo obispo de Roma

Dos cardenales escuchan al papa León XVI. / Agencias
Una sencilla chimenea ha sido el foco de atención de media humanidad durante 24 horas. Su fragilidad y pequeñez contrastaba enormemente con los miles de personas que se han reunido en la majestuosa plaza diseñada por Bernini y con los millones que seguían el acontecimiento por televisión. El monopolio de la información de los medios de comunicación, ocupados en explicar todos los detalles de la elección del pontífice, me recordaba lo que fue la coronación del rey de Inglaterra. El ser humano queda tan fascinado ante las últimas novedades tecnológicas y científicas como absorto ante los ritos religiosos o pseudo-religiosos que transportan la imaginación a un mundo mágico.
Cuatro votaciones
Los cardenales han tomado rápidamente la decisión. En solo cuatro votaciones hemos conocido al nuevo obispo de Roma, el cardenal Robert Francis Prevost Martínez. «Quien entra Papa sale cardenal», se dice. Se ha cumplido nuevamente, porque en los últimos días el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, parecía ser el favorito. Pero los cardenales han sido valientes al apostar por alguien especialmente cercano al papa Francisco: fue él quien le nombró obispo de una diócesis de Perú (2014) y quien le nombró cardenal recientemente (2023).
Los cardenales podrían haber considerado que ahora era necesario un hombre diplomático que supiese reunificar y recoser las fracturas que ha provocado un hombre tan proféticamente evangélico como Francisco, en tiempos de un creciente trumpismo eclesial. El Papa que había venido de los «confines del mundo» había incomodado a muchos del centro porque, aun ocupando el centro, siempre había puesto su mirada en los márgenes. Pietro Parolin habría vuelto a poner el centro en Italia –aunque con mirada amplia– y habría trabajado una necesaria diplomacia interna eclesial frente a los que criticaban abiertamente a Francisco de herético y amenazaban con un cisma.
Sin embargo, los cardenales han rechazado considerar a Francisco como un paréntesis a superar en la Iglesia, que es lo que ciertos sectores deseaban. Es el primer Papa estadounidense, pero no era en absoluto el candidato ni de Trump ni de J.D. Vance. Robert Prevost había señalado críticamente a este último en su cuenta de X por la nueva política de expulsión de inmigrantes, a partir de la reciente carta de Francisco que condenaba un ordo amoris (o priorización en el amor) que diese preferencia a los cercanos, es decir, a los estadounidenses.
El iniciador de la doctrina social
Prevost ha escogido el nombre de León XIV que fue el iniciador de la doctrina social de la Iglesia. Fue el principio de la renovación de la Iglesia –sin estridencias, eso sí– después del tradicionalismo combativo del siglo XIX. Haber escogido el nombre de Francisco II habría sido demasiado provocador para ciertos grupos. El nuevo papa, además, ha salido al balcón recuperando la muceta roja, es decir, la esclavina que cubre los hombros del nuevo pontífice. Es todo un signo de que va a seguir la estela de Francisco pero de manera mucho más discreta, con una continuidad en las formas tradicionales sin buscar constantemente signos proféticos.
Su discurso desde el balcón de la plaza de san Pedro ha sido también muy significativo. Además de una extensa mención y agradecimiento al papa Francisco, ha repetido particularmente las palabras «paz», «todos», «puentes», «diálogo» y «sinodal». La «paz desarmada y desarmante», la que no es producto de un armisticio tras el triunfo del más fuerte o tras un agotamiento bélico, hace referencia a nuestro mundo roto. Y la palabra «todos», en referencia al amor de Dios a todos, apunta a una de las expresiones más polémicas de Francisco, «tutti, tutti, tutti», todos tienen cabida en la Iglesia. En su encíclica Fratelli tutti, utilizó nada menos que 151 veces esta palabra. Las palabras «puente» –que eso significa ser «pontífice»– y «diálogo» nos anuncian un pontificado bondadoso, sereno y dialogante. Finalmente, la palabra «sinodal» (literalmente, mismo camino) apunta a su deseo de caminar conjuntamente con los cristianos, en clara intención de ser un obispo cercano. Pero, además, al pronunciarla nos señala que el proceso sinodal de una Iglesia que escucha a las bases promovida por Francisco tendrá continuidad. Finalmente, la mención a ser «misioneros» y a «anunciar el Evangelio» nos señala tanto una preocupación por los países lejanos como una preocupación por la transmisión de la fe que los críticos de Francisco echaban a faltar.
En definitiva, el cónclave ha escogido una continuidad suave y bondadosa de Francisco, a alguien que no nos dará tantos titulares como él, pero que tendrá que afrontar con el diálogo anunciado el reto de recoser una Iglesia afectada también por la polarización de las sociedades actuales.
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