Opinión | 360 grados
Los europeos logran el apoyo de Trump a su ultimátum a Rusia
El presidente ruso se mantiene en sus trece

Vladimir Putin. / AP
Los europeos han logrado por fin el apoyo del voluble Donald Trump a su ultimátum a Rusia para que ésta acepte una tregua incondicional de treinta días en la guerra de Ucrania.
Era algo que tanto la UE como los británicos, dispuestos a seguir armando a Ucrania en caso de rechazo por el Kremlin de su propuesta, venían desesperadamente buscando.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que rechazó durante mucho tiempo cualquier posibilidad de un alto el fuego con Rusia, no dudó esta vez en aceptar la propuesta transatlántica, claramente favorable a su causa.
Tanto Zelenski como los europeos saben que sin el apoyo militar de EEUU, la guerra de Ucrania está definitivamente perdida. Muchos dicen que incluso lo está con esa ayuda, a la que el presidente Trump se había resistido hasta ahora.
El republicano, que se había comprometido antes de reconquistar la Casa Blanca a resolver rápidamente el conflicto, ha tenido que rendirse a la evidencia: las cosas no son tan sencillas como se las imaginaba.
Evidencia
Es una evidencia que ninguno de los dirigentes europeos que acudieron presurosos a Kiev al día siguiente de las celebraciones del Día de la Victoria en Moscú, boicoteadas por Occidente, para mostrar su solidaridad con Zelenski es precisamente popular en su propio país. No lo son ni el presidente francés, Emmanuel Macron, ni el primer ministro británico, Keir Starmer, ni el polaco nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, ni tampoco el polaco Donald Tusk.
A Starmer, cuyo partido laborista sufrió una sonada derrota en las recientes elecciones municipales británicas, le reprochan hasta sus propios parlamentarios que dedique más tiempo a Ucrania que a resolver los problemas en casa.
Pero no importa: hay que mostrarse solidarios con Ucrania frente a la ‘amenaza’ de un Putin dispuesto, según repite machaconamente Occidente, a seguir avanzando si antes no se le para en Ucrania.
El presidente ruso, a quien el día anterior habían acompañado en las celebraciones en Moscú veintinueve dirigentes extranjeros de varios continentes, entre ellos los presidentes de China, Brasil, Venezuela y Egipto, se mantiene en sus trece.
Putin ha podido resistir hasta ahora el boicot de Occidente y no parece impresionado por la nueva amenaza de Bruselas y Washington de reforzar sus sanciones y extenderlas incluso a terceros países si , a diferencia de Zelenski, no acepta la tregua propuesta.
Escaldado por su experiencia negativa de anteriores acuerdos como el de Minsk, que Ucrania aprovechó para seguir reforzándose, desconfía también esta vez y exige condiciones como el compromiso occidental de que no se aproveche el alto el fuego propuesto para continuar el rearme y el entrenamiento militar de los ucranianos.
Sabe que los dirigentes europeos, y menos aún Zelenski, en ningún caso van a aceptar un acuerdo definitivo que reconozca la anexión por Rusia de Crimea y de las cuatro regiones del este militarmente ocupadas y que tratarán de reconquistarlas a la primera ocasión.
Putin sabe además que no está aislado por más que lo diga Occidente y no está dispuesto a hacer concesiones. Como vaticina desde hace tiempo el conocido politólogo estadounidense John Mearsheimer, la guerra se decidirá en el campo de batalla, donde cada día Rusia gana más territorio y pierde más hombres y armamento.
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