Opinión | Artículos de broma
Los whatsapp del miedo
Sánchez desprecia a sus críticos como cualquiera y lo raro es que no haya caído en la trampa confianzuda de la malhablanza

Sánchez y Ábalos, en una foto de archivo. / DAVID CASTRO
He leído algunos de los mensajes de Whatsapp que se han filtrado del cuarto de la basura de Koldo García que reproducen conversaciones entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos, cuando era secretario de Organización del PSOE y estoy muy desconcertado de los modales del presidente, no por lo que ha dicho sino por lo que no. A Sánchez se le ven el espíritu de competir y el afán de ganar, pero su furia queda en esa presión de 10 toneladas en las mandíbulas en momentos tensos.
Sorprende con qué corrección enuncia su fastidio por los discrepantes cuando «habla» (por escrito) con Ábalos, de quien han trascendido dos características a través de personas que le conocen y de reacciones grabadas: una capacidad para producir simpatía que no se corresponde con su soslayo ni con los cargos que ha disfrutado ejercer y una emocionalidad barrabarista embarrada de llaneza y nicotina que marca el tono en algunas ocasiones.
Sánchez desprecia a sus críticos como cualquiera y lo raro es que no haya caído en la trampa confianzuda de la malhablanza, de la adjetivación hiriente en defensa propia, del desahogo a bocanadas. Javier Lambán debe haberse sentido respetado al ser calificado solo como «petardo».
O Sánchez nunca se fió de Ábalos o tiene un autocontrol de piloto de Fórmula 1. No da miedo que pida que se llame la atención a los barones, a lo que llama elegantemente «hipócritas», sino que lo haga como no es frecuente en el habla escrita de Whatsapp y más con un interlocutor ronco como Ábalos, de esa estirpe sociata y ochentera para sus gustos y debilidades. Lo más que sube es a «tocar los cojones», expresión en la transversalidad social y de género.
La parte de Sánchez que daba miedo en la teoría aterra en la práctica. Es muy frío y ni siquiera tiene la excusa de clase que enunció magistralmente Chumy Chúmez en un chiste de «Triunfo» de los años 70 en el que un padre de familia rancia decía: «recuerda, hijo mío, que la gente fina como nosotros siempre debe ocultar su mala educación con buenos modales».
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