Opinión | Viento fresco

Exploración mañanera

Amante del riesgo, convenientemente equipado, me interné en territorio guiri de Málaga para desayunar

Establecimiento en plena transición del desayuno al aperitivo.

Establecimiento en plena transición del desayuno al aperitivo. / l.o.

Ya hay todo un género de columnas periodísticas sobre el desayuno en Málaga. Algunas son costumbristas (se nota que escritas con un buen café con leche ya en el estómago); rompedoras (el que la escribe va puesto de carajillo); asombradas (sí, 9 euros por una tostada con aguacate) o patrocinadas (ay, mi Málaga, qué bonita está y que aguafiestas sois).

Ayer me di una vuelta por el Centro, por explorar. Aún consciente del riesgo que eso supone. Más inconsciente que un cachorrillo bañándose en una charca de cocodrilos. Pero claro, el reporter columnero ha de llevar material a la columna basado en la propia experiencia. Que no todo sea opinión. La mía, por cierto, es clara y expresada en otras ocasiones: desayunar en Málaga cuesta un cojón.

Experiencia, decimos. Plaza de la Merced, territorio guiri por excelencia. Conviene entrar con protección solar, intérprete, cartera llena, gel de manos y disposición para hacerle fotos a grupos que te dan el móvil para que los inmortalices junto a la estatua de Picasso. Un Picasso al que le llega la inspiración pero no lo pilla no trabajando y sí de picos pardos con las turistas. Me siento en una terraza. Qué bonitas las jacarandas. Creo que soy el único español. Pitufo a la catalana (muy buen pan y el jamón, aunque perruno es abundante y además te ponen la aceitera aparte) y café que te dicen doble pero es más sencillo que el mecanismo de un silbato. 5.20 euros. Sé de un par de sitios a unos mil pasos que eso mismo cuesta dos euros menos. Claro que la Merced me ofrece buenas vistas humanas y de las otras. Agradable terraza, acentos variados que penetran en el oído de uno como suaves caricias y novedad. Agilidad en el servicio, no. La novedad es muy importante en la vida. La novedad también la puedes desayunar. Cuesta dos euros, a lo que se ve. Me pone una novedad templadita con sacarina.

En la mesa de al lado hay un inglés, un francés y una alemana (parece el inicio de un chiste). Hablan en todos los idiomas posibles, una especie de jerga, un spanglish trufado. Capto que la chica es dependienta en una tienda de deportes. Los otros dos, estudiantes. De esos que repiten siete veces un curso y se hacen tunos. El caso es que tienen pasta para hincarse cada día un desayuno aquí (los camareros los conocen). El desayuno con curasán y zumo, que es el que piden, cuesta 9,20 euros. Y el sitio está lleno. Hay público para eso. Hay incluso cola ya para sentarse. ¿Picasso desayunará? ¿Seré yo el extranjero y no ellos? ¿Soy un tieso? ¿Lo de la mesa de al lado estarán realmente cenando y no desayunando? ¿Pido otro café?

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