Opinión | Notas de domingo
Podría ser un esquimal
Contemplaciones frikis, lances de tertuliano y la vida que va pasando

Jacarandas en flor. / m.f.
Lunes. Lleva ya uno varios años escribiendo un artículo por estas fechas sobre las jacarandas. Hay jacarandas en flor y los más sensibles reparan en ellas. Las jacarandas nos distraen de polémicas, de whatsapps extemporáneos o presidenciales, de engorros cotidianos, de deudas y de afanes. El cronista no sabe cuándo florecen las jacarandas pero a simple vista ahora las hay en eclosión y eso vale para material del artículo, que no se hace solo ni sobre cualquier asunto pero sí acerca de un espectáculo gratis y natural, ahí mismo: la jacaranda dando brillo y dejándonos unos instantes absortos. Otros prefieren admirar gorriones, supervisar palmeras, visionar automóviles o contar motocicletas. Ensimismarse en el móvil, también por la calle. Pero si admiras jacarandas se te sube el ánimo y puede incluso rozarte un pensamiento lírico aunque sea tópico, torpón o a destiempo. Cerca de la estatua de Picasso hay una jacaranda con vocación cubista y hay otra no lejos del monumento a Torrijos que se nos está poniendo levantisca y liberal. En el mundo de las jacarandas, florecen los hombres y las jacarandas que escriben en los periódicos lo hacen con prosa jacarandosa.
Martes. La frikada de la semana: me trago varios capítulos de Al Norte del Norte, en Netflix, una serie (ellos la publicitan como «amable») ambientada en la comunidad inuit, en el Ártico canadiense. Curiosa. Simpática. La protagoniza una joven inuit harta de su marido y de más cosas. La madre de la protagonista es todo un personajazo. También. El espectador asiste curioso a cómo se vive en tan remoto lugar, una pequeña ciudad de apenas dos mil habitantes. Es todo más moderno de lo que uno creía, confesemos un prejuicio. Hay un aroma como a aquellas series tipo Doctor en Alaska y lo contempla uno todo con una mezcla de antropólogo de tercera y agradecido espectador de series que no te calientan la olla ni son una americanada, ni matan gente todo el rato, ni salen españoles declamando peor que un menhir.
Miércoles. Canal Málaga. Caigo en la cuenta de que nunca he estado en un plató recién comido. Recién es recién. Cientos de veces he estado por la mañana y en una etapa hace años por la tarde-noche. Se me ocurrre pensar en la relación entre opiniones y dieta en un tertuliano. No es lo mismo, claro, que te pregunten qué opinas del Gobierno teniendo ardores por culpa de una fabada excesiva a que te inquieran sobre cómo funcionan los autobuses municipales con las tripas rugiéndote por el ayuno y tú con ganas de acabar. Es diferente tu opinión sobre el problema de la vivienda si estás deseando llegar al baño de la tuya o si estás con una satisfacción inmensurable, rozando la euforia, gracias a un pincho de tortilla de justa medida y un vaso de Rioja. Al terminar me voy con el maquillaje puesto y camino por la calle saludando a todo el mundo para que se fijen en mi cara y piensen que tengo el guapo o el moreno subido. Habrá que merendar.
Jueves. Plantar un árbol, tener un hijo y crear un grupo de Whatsapp. Nadie resistiría la exposición pública de sus whatsapp. Pienso en ello a la hora de participar en un grupo bien nutrido cuyo objeto es qué regalar a una pareja amiga que da fiestón por su aniversario. Redacto con prudencia. Leo con asombro.
Viernes. Ateneo. Ciclo de narradores. El protagonista es Juan Gaitán, amigo del alma, poeta, novelista, columnero brillante. También. Toma primero la palabra el profesor y crítico Morales Lomas. Estoy tentado de saludar diciéndole hola, primo. Da una charla amena y docta. Este hombre estudia mucho. Yo entrevisto a Gaitán a propósito de cuestiones que nos gustan tela: la inspiración, el columnismo, la hora mejor para escribir, los asuntos novelísticos, la construcción de personajes. Gaitán está rápido, interesante, erudito pero divertido. Salimos a la plaza de la Constitución y está llena, a ojímetro, de guiris. Me pregunto si alguno será novelista. Más bien parecen personajes. Estoy tentado de secuestrar a uno y meterlo en un relato breve. A lo que más y mejor sabe una cerveza un viernes noche tras una semana intensa es a satisfacción. Con espuma.
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