Opinión

Málaga

El legado de Rafael

A propósito de los 25 años de la muerte de Pérez Estrada y del trabajo de su Fundación

El escritor Rafael Pérez Estrada

El escritor Rafael Pérez Estrada / La Opinión

Escribió Rafael Pérez Estrada: «Me preguntó el muchacho con los ojos llenos de atardecer: ¿Cuando yo muera se parará el mar? Y preferí no desilusionarlo». No se detuvo cuando murió Rafael, hace hoy 25 años, aunque sí algunos sostienen con vehemencia que se ralentizaron un tanto las olas en señal de luto. Y ahí siguen, un poco más lentas, pero no con la tristeza de la orfandad. Porque la de la Fundación Rafael Pérez Estrada es una de esas historias felices de la cultura malagueña. Hoy, cuando se cumplen los primeros 25 años de la muerte del escritor malagueño, es motivo de alegría saber que su legado, generosamente donado por el autor, es conservado y difundido con mimo e ingenio por la entidad, dependiente del Ayuntamiento de Málaga y con Ana Cabello como timonel.

A lo largo de la trayectoria de la institución, se ha estudiado, compilado y publicado, ordenada y razonadamente, la obra (casi) completa de un escritor tremendamente poliédrico y desordenado (en su piso de La Malagueta conservaba facturas de la luz, tickets de entradas de cine de años lejanísimos), acaban de reformular su sala del Archivo Municipal para presentar de una manera más atractiva y asequible (avances tecnológicos mediante) la vida y obra del también dibujante y abogado, se consiguió que la pasada edición de La Noche en Blanco, dedicada a su memoria, acercara los rafaelismos a muchos de sus vecinos que seguramente no lo conocerían, se apuesta por la continuación de la tradición aforista con un cada vez más prestigioso premio...

En fin, que la Fundación Rafael Pérez Estrada está cumpliendo con el importante objetivo que se echó a la espalda: Rafael siempre entendió que la muerte no es el verdadero ocaso; para él, la muerte no es más que «el pececillo de plata del olvido». Y en eso están Ana Cabello y su equipo: en driblar a toda costa el olvido, en que recordemos siempre que entre nosotros vivió un señor mágico, divino, domador amable de palabras. 

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