Opinión | Málaga de un vistazo

Testigos de un genocidio

Se cuentan por decenas de miles los niños y bebés masacrados, y todavía, en instituciones, políticos como Ayuso o Abascal rinden pleitesía a responsables directos

Una columna de humo, durante un bombardeo de Israel sobre la Franja de Gaza.

Una columna de humo, durante un bombardeo de Israel sobre la Franja de Gaza. / AP

Si ha tenido ocasión de visitar un campo de concentración nazi, igual se preguntó cómo pudo suceder. Y el presente nos ha dado una respuesta con la mano abierta. Aquí estamos. Siendo sólo capaces de compartir stories, escribir unas líneas, o como mucho, acudir a convocatorias de protesta y silencio en plazas. Gaza lleva meses bloqueada. Ni se entra, ni se sale. Y dentro de esa jaula, cientos y cientos de miles son las personas que a duras penas sobreviven. Sin acceso a comida, ni agua, y sus tiendas de campaña bombardeadas por misiles del ejército de Israel. Armamento comprado a Occidente, entre ellos España. Se cuentan por decenas de miles los niños y bebés masacrados, y todavía, en instituciones, políticos como Ayuso o Abascal rinden pleitesía a responsables directos; y en redes sociales, hay quienes replican que denunciarlo es de antisemita, de estar con Hamás, o directamente lo justifican por los asesinatos del 7 de octubre. Como si los palestinos no fueran también semitas. Como si los sionistas, que no todos los israelitas, no tuvieran algo que ver en que exista Hamás, precisamente para evitar la Paz, expulsar a Fatah de la franja y proseguir con la violencia, única vía para sus intereses expansionistas. Como si una barbarie que costó la vida de 1.200 personas justificase la matanza de más de 60.000 personas. La esperanza pasa por embargar a Israel, boicotear el consumo de quienes apoyan esta tragedia, y repetir un nuevo Nuremberg contra los principales responsables de esta repugnante suerte de Solución Final. No hay muerto que no duela, no habrá bando ganador. Ojalá la creación de dos Estados. Ojalá.

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