Opinión

Venancio Rodríguez Sanz

Málaga

Carta al director

Es bueno tener médico, aunque sea mudo

La sociedad necesita herramientas para defender su patrimonio, para luchar contra la desidia o la codicia, cuando amenazan lo irreemplazable. El patrimonio, tanto el material como el inmaterial, no se impone a la sociedad como patrón para conformar el futuro: blindamos los cuadros de Velázquez frente al deterioro o la especulación, pero no obligamos a los pintores jóvenes a pintar como Velázquez. Por eso me cuesta tanto aplicar el concepto de patrimonio a las lenguas. Las lenguas no son un patrimonio sin más. Aquí se ha presentado a la lengua como portadora de una cosmovisión. Las lenguas tienen que servir para expresar todas las cosmovisiones. Una lengua que estuviera condenada a trasmitir solo una cosmovisión, traicionaría el fin último de la lengua que es la herramienta última por excelencia. Las lenguas sirven para comunicarse, como mínimo, es cosa de dos y de cuantos más mejor y no basta el voluntarismo de unos pocos para que perviva. Si yo reclamo usar una lengua, ese derecho mío se convierte en una obligación para el que me escucha. Pues si no comparte mi código, queda excluido de la comunicación. Pero si exijo estos derechos en el ámbito civil general, elevo esa obligación a toda la sociedad. La cooficialidad de ambos códigos no consiste en garantizar su derecho a usarlos, sino en poder obligarme a mí a emplearlos. Por lo pronto hay que habilitar un aparato de traducción, pero esto es insostenible. El siguiente paso es incentivar la inmersión hacia el bilingüismo. Premiando con complementos salariales, destinos y una mayor facilidad para la promoción. En todo caso, quien no pasa por el aro, quedará postergado de estas ventajas. Esto fue lo que pasó en Ibiza y por eso se quedaron sin neurocirujano. ¿Acaso no es mejor tener un profesional de cualquier oficio, aunque sea mudo?

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