Opinión | Para empezar
De emperador a recadero de Trump
Donald Trump ha pasado a ser alguien que estuvo hablando dos horas con Putin sin lograr nada y que luego se lo cuenta a los amigotes, como quien se toma una caña

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump / Archivo
El orden mundial cruje y el presidente de los Estados Unidos que en una semana iba a solventarlo todo está siendo solo alguien que andaba por ahí. Para eso hubiese sido más oportuno decretar directamente el aislacionismo y clausurar el Departamento de Estado. De asegurar que iba a pacificar Ucrania en veinticuatro horas, Donald Trump ha pasado a ser alguien que estuvo hablando dos horas con Putin sin lograr nada y que luego se lo cuenta a los amigotes, como quien se toma una caña. No faltará quien añore aquella presidencia imperial tan denostada, a caballo entre la diplomacia efectiva y la disuasión militar.
No siendo un presidente que sabe negociar una tregua, Trump se consuela como líder del desparpajo. Estuvo apartando a codazos a los líderes europeos para ser el árbitro de la política global para luego contarles que Putin no quiere la paz, antes de irse a una cena de promoción de su bitcoin. Acostumbrado a las añagazas de la compraventa inmobiliaria, Trump ha confundido Oriente Medio con un regateo con mercaderes de dátiles. Y mientras, ahí están las bases militares USA, la OTAN y los aliados de Occidente.
A diferencia de aquellas largas décadas en las que Europa –especialmente durante la Guerra Fría– pudo cobijarse bajo el paraguas norteamericano, ahora sus líderes tienen que arremangarse y sacar dinero de la caja para incrementar la capacidad disuasoria. Una vez más el riesgo es caer en la retórica o en la inercia. Entre lo que se dice y lo que se hace se agazapan formas contrapuestas de percibir la amenaza de Putin. Eso no es nuevo en la historia de Europa. Lo sorprendente es que ya lo habíamos olvidado.
En su día Ronald Reagan y Bush padre hicieron lo que había que hacer para que Europa se liberase del comunismo. Cayó el muro de Berlín, Alemania se reunificó. Bush padre sacó a Saddam Hussein de Kuwait sin invadir Irak. Ahora Trump puede dejar en la mesa de negociaciones una Ucrania partida para siempre, como ocurrió con Corea. Es así como Trump se ha convertido en la garantía de que Putin se salga con la suya en Ucrania. En dirección contraria pero coincidiendo en las consecuencias, el poder pacificador de la Unión Europea tampoco se lleva un diploma.
Con Trump en la Casa Blanca se puede confiar mucho menos en el teléfono rojo entre Moscú y Washington –instalado después de la crisis de los misiles en Cuba, de 1962–. Trump quiere hacer negocios con Moscú. Eso le diferencia de los grandes presidentes por mucho que les gustase jugar al golf.
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