Opinión | Tribuna
Benjamin Netanyahu, insuperable en su crueldad asesina
Soy de los que no cambian de canal cuando se me clava en el alma la tétrica, aterrada y miedosa mirada de un crío gazatí que va a morir de hambre

Benjamin Netanyahu. / Efe
La paz en Gaza solo será posible si el pueblo judío, el que no ha votado al ultra Netanyahu y a los ultraortodoxos que configuran el Gobierno más cruel y asesino que se recuerda desde la II Guerra Mundial, se levante y exija terminar con el genocidio. El pueblo y si el Ejército israelí se niega a perpetuar los crímenes de lesa humanidad en Gaza. El pueblo judío y su ejército deben ser valedores de la paz, tal y como me dijo un judío asentado en Torremolinos, donde vivo y existe considerable colonia judía, mayormente en contra de la guerra y favorables a la convivencia del pueblo palestino y del judío. Y añadieron que los esfuerzos por terminar la guerra y reconstruir Gaza desde instancias europeas o árabes están condenados al fracaso. Puede que lleven razón. Pero si esto no sucede ¿qué nos queda por esperar?
Soy de los que no cambian de canal cuando se me clava en el alma la tétrica, aterrada y miedosa mirada de un crío gazatí que va a morir de hambre. Soy de los que no cambia de canal cuando veo a un padre llevando en sus brazos el cuerpo destrozado de su hijo por una bomba judía. Soy de los que no cambia de canal cuando me atraviesa mi conciencia la mirada de una madre que acaba de conocer que 9 de sus once hijos han sido reventados por una bomba lanzada por el ejército judío. Una bomba, posiblemente made in Alemania o de Estados Unidos. Y soy de los que aguantan la mirada asesina de Benjamin Netanyahu, rodeado y avalado por los ultraortodoxos sionistas que tienen solución para Gaza: pegar un tiro en la nuca a todos y cada uno de los dos millones de gazatíes que quedan vivos en la Franja. Lo ha dicho el ministro Ben-Gvir sin parpadear. Le falta tener la pistola o la metralleta en la mano. Pero todo se andará, por desgracia. Es tal la falta de humanidad que me quedo enganchado a la pequeña pantalla para que se remuevan las tripas, el corazón y hasta el alma ante la insuperable crueldad que veo en los rostros que manejan las bombas y la muerte a su antojo. Ni un gazatí vivo o los que queden enviarlos a Siria o Jordania. Es la sentencia del magnate Donald Trump, propio de fascistas.
Benjamin Netanyahu es un asesino
Hay que decirlo alto y claro: Benjamin Netanyahu es un asesino, escudado en su cargo de primer ministro de Israel. Pero es más: corrupto y depredador, en compañía de su mujer, según sentencia de la justicia israelita. De pararse la guerra a los palestinos de Gaza iría a la cárcel. Es rehén de los ultraortodoxos sionistas que lo mantienen en el gobierno, con un execrable ministro de la guerra que tiene dicho que la solución de Gaza es dar un tiro en la nuca a cada uno de los gazatíes. Y otro ministro, el de Exteriores, sin que se le cayera la cara tiene dicho que hay que echar a todos los gazatíes y repoblar con colonos judíos cada centímetro de la Gaza derruida. Netanyahu, insuperable en su crueldad y estupidez , se ha convertido en idiota y asesino, posiblemente el más ruin de la reciente historia del mundo mundial. Este declarado sionista, que odia a palestinos y gazatíes, quiere llevar la guerra asesina hasta sus últimas consecuencias: que no quede ni un gazatí en Gaza. Y ante ello, tanto en Europa como en las Naciones Unidas nos la cogemos con papel de fumar.
Es cierto que en los últimos días se han levantado airadas voces por parte de algunos líderes europeos, entre ellos el más destacado el presidente de España, Pedro Sánchez, que lleva la voz cantante para encontrar soluciones que terminen con la guerra en Gaza, donde ya han muerto asesinadas más de 52.000 personas, con más de la mitad niños y mujeres. Y que incluso el ministro Albares se ha roto los cascos para sumar países europeos que propongan y defiendan la creación de Palestina como Estado, pero, de momento, nada de nada. Incluso la petición de la izquierda española a la que se han sumado otras europeas de romper relaciones diplomáticas, impedir la llegada de armas, aprobar sanciones y otras medidas para aislar al estado sionista no cuaja. Y ello, porque Benjamin Netanyahu tiene detrás al grotesco presidente americano, Donald Trump, que no duda en hacerle llegar armas para seguir asesinando a la sociedad civil gazatí. Y si no caen por las bombas, matarlos de hambre, de sed y por la falta de medicamentos. La falta de humanidad de Netanyahu y Trump, con sus respectivos gobiernos, es atroz, propia de asesinos. El objetivo final es apoderarse de la franja de Gaza, lo que conlleva una limpieza étnica como propone la extrema derecha sionista Im Tirtzu. Las milicias judías y el ejército del Estado judío ya sabe qué hacer tal y como viene haciendo desde el año 1949, con la expulsión desde entonces de más de un millón de palestinos, dos tercios de la población árabe en la Palestina histórica.
Crimen de guerra, genocida y falta de humanidad
De forma casi clandestina, con oprobioso silencio, por miedo y por no encontrar apoyos en la sociedad civil israelí son muy pocas las voces que dentro del propio Israel denuncian lo que su gobierno está llevando a cabo en Gaza, un crimen de guerra, genocida y falta de humanidad. Y es cierto que los lobbys judíos, tocados de un sionismo histórico, imponen su ley y manejan los hilos económicos con total impunidad; la ley del más fuerte, pero me resisto a creer que el pueblo judío, sobre el que pesa el recuerdo histórico del Holocausto, bendice y aprueba este genocidio. Dicho de otra manera, si los judíos, uno a uno si se quiere, no se oponen de forma clara y rotunda a la política asesina de Netanyahu se avanzará poco o nada en alcanzar la paz. La coexistencia de árabes y judíos, que propugnan algunas ONG, no es más que un canto al amanecer, una esperanza sin consistencia. El primer ministro se sostiene por la guerra y no le interesa la paz. Que en su gobierno haya asquerosos personajes como el ministro ultraortodoxo Ben-Gvir que proclamen y griten que «nuestros enemigos solo merecen una bala en la cabeza» o «un judío es un alma; un árabe es un hijo de puta». Y no son solo palabras, porque pasan a los hechos: la muerte asesina se ha instalado en Gaza, destruida, en ruinas, con el hambre asolando a una población que no tiene un puñado de harina que llevarse a la boca.
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