Opinión | Nueva secretaria de Estado de Interior

Sánchez en persona elige a Aina Calvo

Aina Calvo.

Aina Calvo. / EP

"Esto no se decide en un día". Es el único oráculo que se atreve a confiar el político que mejor conoce la elevación de Aina Calvo de secretaria de Estado de Igualdad a número dos del ministerio del Interior, el volcán más activo de la política española. La sustitución del dimitido Rafael Pérez se cocina a partir del caos en la UCO y de los contratos conIsrael, para precipitarse tras los vídeos escatológicos de una militante socialista.

Es notorio el aprecio que el ministro a la baja Grande Marlaskasiente por Aina Calvo. En especial, desde que la entonces delegada del Gobierno en Balears tuvo que afrontar la escandalosa invasión masiva del aeropuerto de Son Sant Joan, a cargo de ciudadanos marroquíes desembarcados de un avión en el que se forzó un aterrizaje de emergencia. No evitó el ridículo policial, pero logró que se evaporara sin consecuencias.

Sin embargo, el oráculo se interpone aquí con tono imperativo. "Un nombramiento así está por encima de la voluntad de un ministro". Calvo es secretaria de Estado de Seguridad, en un momento de máxima inseguridad estatal, por una decisión personal e intransferible de Pedro Sánchez. La política palmesana no se convierte a sus 56 años en la persona de mayor confianza del presidente del Gobierno, sino en la única que ofrece seguridad a La Moncloa, véase el cargo elegido.

¿Manifestó la elegida alguna reticencia sobre la promoción a una jerarquía literalmente explosiva, en un Gobierno que vive una situación desesperada sin necesidad de exagerarla? Nueva consulta al oráculo.

"Calvo asumió el reto planteado por el presidente sin vacilaciones, como siempre". No se trata solo de la disposición íntegra a cumplir con los designios del PSOE. La exalcaldesa de Palma tiene querellas internas a ventilar.

La profesora titular de Pedagogía de la Universitat balear, casada y recuperada de un cáncer de pecho, vuelve a ser profeta lo más lejos imaginable de su tierra, porque en Mallorca sufre apartheid desde el PSOE gobernado con mano de hierro por Armengol. Véase la gélida reacción mascullada por la presidenta del Congreso ante el nombramiento. "Es un perfil que va muy bien", versión publicable de "nunca le perdonaré a Pedro esta puñalada por la espalda".

Es el cargo que nadie querría, concluyen quienes no tienen ninguna posibilidad de ocuparlo pero darían un brazo por hacerlo. De ahí la torpe reacción del PP mallorquín, que no disfrutó de una sola secretaría de Estado durante el septenio del tristemente olvidado Rajoy.

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