Opinión | Tribuna
La ciencia en español
Es conocido el compromiso y la notoria actividad desplegada por la Academia Malagueña de Ciencias en pro de la defensa del español en la ciencia desde hace más de un lustro

La Academia Malagueña de Ciencias y la Fundación Lilly presentaron en el Museum Jorge Rando el libro 'Uso y cuidado de la Lengua Española en la ciencia', publicado por la editorial Comares / L.O.
A la sombra del mandarino que se yergue hermoso en el patio del Museo Jorge Rando, la Academia Malagueña de Ciencias presentó el pasado día 22 de mayo el libro ‘Uso y cuidado de la lengua española en la ciencia’ que, bajo la coordinación de los académicos Federico Soriguer Escofet y Antonio Diéguez Lucena, ha editado la Editorial Comares con el apoyo de la Fundación Lilly. El acto contó con la participación de Fernando Orellana, presidente de la Academia Malagueña de Ciencias; Ana del Arco Blanco, directora de la Editorial Comares, y Manuel Guzmán Amador, gerente de la Fundación Lilly, así como de los coordinadores de la obra y de algunos de los autores, entre los cuales tengo la suerte de contarme (Mercedes Siles, Enrique Vigueras, Antonio Jiménez-Blanco, Diana Esteba Ramos).
Es conocido el compromiso y la notoria actividad desplegada por la Academia Malagueña de Ciencias en pro de la defensa del español en la ciencia desde hace más de un lustro. Y esa convicción de seguir impulsando y promoviendo el uso del idioma español en la transmisión de conocimiento es el espíritu que guía a esta obra. Pero no estamos ante un libro de lengua española, sino de un libro interdisciplinar que reivindica el español como lengua científica. Algo que hoy más que nunca se ha convertido en una necesidad, pero que no está en contra del uso de otros idiomas, especialmente del inglés, en las relaciones académicas y científicas; al contrario, este ha sido un logro muy importante para la comunidad científica que hay que seguir promoviendo.
No obstante, debemos aspirar a construir un espacio nuevo no excluyente que permita cohesionar a la comunidad hispanohablante en el mundo en torno a la producción de conocimiento en español, el segundo idioma más hablado como lengua materna después del chino; el cuarto en número total de hablantes detrás del inglés (el más extendido), el chino y el hindi. Y que prácticamente se ha convertido ya en el segundo idioma en Estados Unidos y en la Unión Europea, además de ser el tercer idioma más usado en internet, el segundo en grandes plataformas digitales y la cuarta lengua más estudiada (según datos del Instituto Cervantes).
Pero hablar en español, en un idioma que hablan y entienden más de 600 millones de personas en todo el mundo, no es suficiente para construir una cultura de bases sólidas, aunque sea esta una condición sine qua non. La producción de contenidos para esa comunicación es fundamental si no queremos banalizar nuestra cultura y mantenerla viva, y para ello hay que pensar en español, escribir en español, y hacer ciencia en español. Hay que generar conocimiento teórico y aplicado en español, que podamos compartir con los centros de producción y transmisión de conocimiento de la amplia comunidad hispanohablante en todo el mundo: con las escuelas, con las universidades, con las empresas y con las instituciones; y que revierta en nuestras sociedades. Pensar, en definitiva, en español para entendernos entre nosotros, y progresar juntos, pero también para situarnos en el mundo. En un mundo multipolar como el actual esto adquiere todo el sentido.
Promover en suma el español como lengua de pensamiento, como han hecho numerosos escritores, pensadores, y científicos que han utilizado el español como lengua de creación desde el siglo XVI hasta la actualidad. Y, de un modo particular, como hicieron los pensadores de la Edad de Plata, que sobreponiéndose a una tradición poco fecunda del pensamiento español en los siglos anteriores recuperaron la voz y la esperanza, convirtiéndose en referentes del tiempo que les había tocado vivir (Unamuno, Ortega, Gaos, María Zambrano, Julián Marías, etc.). Por fin, la filosofía española trataba de conectar con el público en general. Ortega y Gasset y María Zambrano son dos de esos exponentes que valoraron la lengua española como vehículo primordial para expresar la realidad; ambos con la finalidad de llegar al otro, y de proyectar a la sociedad las inquietudes de su pensamiento. Ortega, preocupado por la relación entre el individuo y su entorno, encontró esta conexión con el público en el periodismo. Actividad que también desarrolló María Zambrano a lo largo de su vida, quien desarrolló su pensamiento y su obra principalmente en español porque el español fue la lengua del exilio que ella misma sufrió, la lengua creadora en la que se expresaba la seña de identidad de aquellos que se vieron obligados a salir fuera de España tras la Guerra Civil, y porque a ella le preocupaba también el concepto de España.
Afortunadamente, y gracias a la apertura llevada a cabo por aquellos y otros intelectuales y científicos, filosofía y ciencia se conciben hoy como dos formas complementarias e incluso convergentes de conocimiento, sobre todo al desprenderse parcialmente la filosofía de sus atributos más metafísicos y acercarse a la realidad del mundo actual y a sus problemas humanos y sociales. Y en ese nuevo contexto intelectual, la ciencia (ya sea física o natural, social o humana) puede mejor que nunca contribuir a crear un espacio de conocimiento en español, que trascendiendo las fronteras de la península ibérica llegue a toda la geografía hispanohablante, desarrollando sinergias que ya existen con el portugués en el espacio iberoamericano, o con el inglés en aquellos escenarios que lo precisen, y promoviendo también sin complejos el bilingüismo recíproco.
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