Opinión | Tribuna

Bajan las aguas revueltas

Parece que existen demasiados políticos infames que contaminan, emponzoñan y profanan la sagrada democracia con malas artes. Han perdido el norte

El primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu.

El primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu. / RONEN ZVULUN (EFE)

Bajan las aguas revueltas. Van sucias y flotan en ellas demasiadas heces, casquería y sustancias putrefactas que hacen irrespirable el bosque que habitamos. Siempre arrastraron repugnantes miserias humanas bajo la aparente limpieza de la superficie que nos fueron vendiendo. Antes, supuestamente, las aguas bajaban tranquilas, con una superficie limpia aunque debajo se depositaran las inmundicias. Los humanos somos así…

Pero ahora vienen agitadas y, por ello, turbias al removerse todo el sedimento. Además se han vertido demasiados productos tóxicos en el río de la vida, que va a dar a la mar, que es el morir, como diría Jorge Manrique. Allá irán, también, sus señorías derechos a se acabar y consumir, sin distinción de grandes caudales económicos, medianos y más chicos, porque, ya se sabe, al llegar son iguales los pobres y los ricos.

El odio rompedor de convivencia

En todo caso, parece que prefieren que su reino sea de este mundo. Sostienen principios y valores enfocados al litigio permanente en lugar de a la concordia, pues lo importante es obtener el poder. Fango y miseria trae el río y, desde cada orilla, remueven las aguas y siguen arrojando más fango, más heces, más tóxicos, con alevosa indignidad. Desde cada lado gritan para que el ciudadano vea la porquería que vierte el otro, pero intentan ocultar la propia. Es el baile del odio rompedor de convivencias, estigmatizador del contrincante, deshumanizador del adversario hasta hacerlo objetivo a destruir, incluso, físicamente, porque ya no es considerado contrincante sino enemigo. El insulto, la amenaza, la descalificación, la hipérbole como argumento irracional y la culpabilidad sin juicio previo son instrumentos de moda, sobre todo de una derecha frustrada por la propia Constitución que dicen defender… ganaron las elecciones como partido más votado, cosa que nadie niega, pero perdieron el gobierno por tener menos apoyos parlamentarios. Así son las cosas ajustadas al derecho constitucional.

Y aunque siempre fue así, ya se sabe lo de la paja y la viga en los ojos, ahora hay quien, entre la maleza, donde esconde sus verdaderos intereses, grita bulos y falacias señalando a los demás, a la espera de que, hartos de vivir a la orilla del río putrefacto, le aclamen como al mesías salvador de la patria y se entreguen, exhaustos y rendidos, a su abrazo del oso. Entonces, sin promesas ni programas de gobierno, tendrán las ‘manos limpias’ para hacer y deshacer a su antojo. Esa es la trampa, la desafección a la política y, por ende, a la democracia, dará paso a una dictadura de orden firme, con caprichosos líderes de motosierra y demagogia. El genial Forges, en una de sus viñetas humorísticas, decía: «No es lo mismo un estado de derecho que un estado de firmes».

Estamos revestidos de una capa impermeable al sufrimiento ajeno

Por eso estamos en un mundo donde se siembra el caos y los conflictos, donde se cultiva la indiferencia ante el dolor ajeno, donde se nos está revistiendo de una capa impermeable al sufrimiento del prójimo, donde todo parece una película dramática que ya estamos acostumbrados a visionar sin alterarnos. La gente de buena voluntad, de espíritu limpio y empático, sigue sufriendo al ver cada día, en los telediarios, como mueren decenas de inocentes en Gaza a manos de asesinos integristas que ostentan sus aviesas ideas supremacistas, amparados en su discurso del odio, sosteniendo ser el pueblo elegido por un dios que, de existir, debe ser cruel. Mientras, el delegado palestino llora en la ONU, públicamente, la tragedia de su pueblo.

Pero, volviendo al río, no olvidemos que en ambas orillas siempre supieron, y predicaron, que su función era mantenerlo limpio, facilitar la existencia de la ciudadanía creando un hábitat saludable y feliz, resolviendo los problemas, para conseguir que fluya agua limpia y cristalina que riegue la vida de sana convivencia, respeto y libertad. Todo fue relativamente bien, por un tiempo, hasta que apareció el ejercicio de la política canalla, esa que siempre se practica entre bastidores pero que se esconde y maquilla para disimularla. Entonces apareció la disociación de intereses, a nosotros nos interesan los problemas de la vivienda, de los precios, los salarios, las pensiones, el paro, etc., a ellos el poder y cómo acceder al mismo. Forman ruido para no hablar de lo nuestro, sino de sus estrategias para lograr su objetivo partidista.

El representante de Palestina en la ONU llora desconsolado en el Consejo de Seguridad: "Es insoportable. ¿Cómo se puede tolerar este horror?"

Sara Fernández

La conjura hacia el poder

Contubernios, intrigas o conjuras suele ser el deporte nacional de acoso y derribo… ya se sabe: «el que pueda hacer, que haga». Parece que existen demasiados políticos infames que contaminan, emponzoñan y profanan la sagrada democracia con malas artes. Han perdido el norte, yo diría que los cuatro puntos cardinales, menos el que orienta a sus objetivos de poder. El conflicto social de nuestra España se arrastra desde hace muchos años. Deberíamos leer los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós para conocer mejor sus raíces. Tómese con paciencia la lectura, a mí me llevó muchos meses, pero vale la pena para comprender nuestra historia e idiosincrasia.

Hoy, cuando el pueblo español es el mejor preparado de su historia a nivel académico, sigue presentando una actitud nada crítica y además gregaria, que le lleva a una sumisa subordinación al señor que más grita y muestra su habilidad para tergiversar y manipular las emociones y los estados de opinión. En las redes sociales (RR SS) damos el mismo crédito a un charlatán terraplanista, negacionista o conspiranoico, que a un erudito, lo que muestra claramente nuestra necedad y analfabetismo científico y filosófico.

En ese sentido, abducidos por discursos emocionales indefendibles, fundados en bulos, mentiras, posverdad y felonías, caemos en la tentación de entrar en el combate vehemente de los políticos a través de las RRSS, asumimos sus postulados y sus formas y, en muchos casos, gente civilizada insulta groseramente, no solo al político rival, sino a sus votantes, lo que deja en evidencia su falta de respeto por la libertad de los demás y por el ejercicio de la democracia, mientras reivindican para sí la moralidad y ética o el respeto a la Constitución cuando, en su esencia, la andan pisoteando.

El control de la cuarta revolución industrial

Este nuevo orden, que se fragua entre bastidores por aquellos que pretenden controlar una sociedad condicionada por la cuarta revolución industrial, la de la nanotecnología, la inteligencia artificial y la gestión de la Big Data, ya aflora con solvencia, es decir con credibilidad para muchos abducidos. La vida humana no importa, es el progreso tecnológico, el endiosamiento avalado por el dominio del poder lo que interesa. El asunto sigue su ruta imparable en un proceso perfectamente controlado desde esferas de poder aliadas en grupos de intereses compartidos, que pretenden la plutocracia en un sistema neoliberal o, por el contrario, el dictado de un presidencialismo tipo Putin o el propio sistema chino, donde la opinión de la ciudadanía pinta poco, al estar manipulada y teledirigida.

Lo peor es que nos sentamos delante de la tele a ver pasar nuestra vida y la de los demás, ya acostumbrados a visionar las desgracias y la muerte de los otros, sin empatía para pensar siquiera que podría ser la nuestra… ¡qué suerte que no lo sea! Desde nuestro espacio de confort nos sentimos seguros. Nos protege la pantalla y eso es una garantía. Lo otro son películas, malos rollos que ocurren en lugares apartados, en países lejanos. Niños destrozados, mayores muertos en la calle, casas, barrios, hospitales, escuelas destruidas por bombas y misiles, todo desolación y llanto de un pueblo que llora su desgracia, que sufre la crueldad de los dirigentes de otro pueblo, pagando en sus carnes los horrores cometidos por Hamás, que no son ellos, al igual que sus asesinos no son el pueblo israelita, aunque lo consientan, sino los dirigentes que ordenan las acciones genocidas.

La pérdida de fe en el ser humano

Y a uno se le rompe el corazón. Va perdiendo, poco a poco, la fe en el ser humano, que muestra su falaz conducta, traidora a los principios humanitarios que debieran cultivar para mejorar la vida de la especie humana y del entorno. Poco podemos hacer los de a pie, mucho podrían hacer los de arriba, cómplices silentes, si tuvieran la voluntad y la conciencia necesaria para comprender la realidad y sus consecuencias de cara al futuro de una sociedad en crisis, que puede acabar en una distopía que, hasta ahora, parecía irrealizable.

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