Opinión | En corto

Elogio de las serenas periferias

Lo mejor de España ha estado siempre en sus periferias. Ningún milagro: solo cuestión de cantidad de gente en ellas y desamor de quienes las administran con la mirada puesta en el ombligo, condenándolas al silencio y la invisibilidad. Sucede que ese silencio, entendido -sin echar mano de metafísica alguna- solo como ausencia de ruido, es una tierra fértil para el pensar y el sentir, de donde al final viene todo. Y luego está la sensación de tiempo detenido, de que simplemente nos lleva (como así es). En España, de un tiempo acá, la corte madrileña se ha puesto imposible: demasiado estruendo, demasiados insultos, demasiados odios, que desarbolan los mínimos de convivencia de las instituciones, propagan la dialéctica amigo-enemigo a cualquier ámbito de la sociedad civil y llegan a enturbiar relaciones personales y familiares. Por favor, libremos a las periferias de esa contagiosa peste.

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