Opinión | Viento fresco

Menos política y más verano

Cada cual intenta colocarnos su apocalipsis particular y así no hay manera de echar la siesta

Pedro Sánchez poniendo interés al Rey de Jordania, Abdalá II.

Pedro Sánchez poniendo interés al Rey de Jordania, Abdalá II. / l.o.

Hoy habrá presidentes de comunidades autónomas que den educada y cordialmente los buenos días a Pedro Sánchez y el domingo lo llamen mafioso. Lo interesante sería saber en cuál de los dos momentos hay más hipocresía.

La Conferencia de Presidentes amenaza espectáculo. Ayuso dice que se saldrá si no le «hablan en español». Andalucía dice que no acepta la condonación de la deuda. A más de un presidente le esperan jornadas moviditas: hoy a Barcelona, el sábado qué hago y el domingo me montan en autobús para la manifa que ha organizado Feijóo para gritarle al Gobierno.

El problema de Feijóo es cómo aguantar el mensaje diario de que se acaba el mundo. Y el mundo no se acaba. En algunas encuestas se sitúa en segundo lugar a Abascal como preferido para presidir el Gobierno. Sánchez dice que aguantará pero no tiene Presupuestos. Y los esperpentos que le rodean no van a menos. El miércoles, Sánchez inauguró un hospital público en Melilla. No se me ocurre qué mejor cosa puede hacer un presidente que inaugurar un hospital. El mismo día en el que salían unos maravillosos datos del paro, con récord de afiliados a la Seguridad Social. Sin embargo, el Ejecutivo no logra colocar en la agenda política, en la conversación pública, esos logros, ese contexto. Le crecen las Leires, los Aldamas se revuelven, los jueces no se están quietos, ni tienen por qué y los nacionalistas no paran de pedir de hacer valer sus apoyos. Feijóo no entusiasma.

Tal vez lo mejor no sean elecciones y sí un buen verano. Un verano tranquilo, un verano de paz y evasión, tinto de verano, siesta y lectura de novelas. Pero no descansa nadie y cada cual quiere imponernos su apocalipsis, que trufados con el calorazo pueden conducirnos a la rabia hispana, al machetazo dialéctico con la sangre hirviendo. El teatrillo se desarrolla en los medios y en el Congreso, en la Conferencia de Presidentes y en las tertulias pero la vida va por otro lado y más que pensar en qué va a votar, el personal piensa en dónde desconectar, en cuanto le puede sacar al apartamento alquilándolo quince días en agosto y en si se puede ir al pueblo una temporadita a mojar en la alberca el cuerpo recalentado de la ciudad mientras alguien tiene el buen gusto de preparar gazpacho y poner una sandía a enfriar. Cada vez que uno intenta echar una siesta sale un prócer a mentarle la madre a otro prócer, a decir qué hay de lo mío o a poner a parir al Gobierno o la oposición. Y pensar que hay gente que goza en ese ecosistema. Bien mirado, tal vez esto ha sido así toda la vida.

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