Opinión | Al azar

Apuesten por Trump en la guerra contra Musk

Derrotar a Kamala Harris es una broma, por comparación con la victoria de Donald Trump sobre Musk

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el multimillonario Elon Musk

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el multimillonario Elon Musk / Europa Press

«Estoy muy decepcionado con Elon, le he ayudado un montón». Derrotar a Kamala Harris es una broma, por comparación con la victoria de Donald Trump sobre Musk, el magnate que más se ha acercado a la condición de primer ser humano con un billón de dólares en lenguaje europeo. En términos americanos, apuesten por el presidente billonario, frente al billonario que aspira a ser presidente. Solo uno de los dos sobrevivirá a la guerra desatada el jueves, China podría haber aprovechado la querella intestina de Washington para invadir Taiwan.

«Trump ha sido suplantado por un doble, sin mí hubiera perdido las elecciones», sermonea Musk tras gastarse 250 millones de dólares en que su hoy enemigo a muerte regresara a la presidencia. Los dos púgiles siguen compartiendo la imagen de la Casa Blanca como un peldaño adicional en sus carreras profesionales privadas. La ciudadanía solo les sirve como índice de audiencia, se ha derrumbado la hipótesis de un planeta con dos copresidentes.

«Eliminar los subsidios a Elon es la manera más fácil de ahorrar billones y billones de dólares públicos», y el presidente actual remata que «me sorprendió que Biden no lo hiciera». Trump siempre ha querido ser Musk, y aspira a igualar su fortuna cuando abandone forzosamente la Casa Blanca. En justa simetría, Musk ha descubierto recientemente que está capacitado para igualar a Trump como clown global, mediante la motosierra y el saludo romano.

«La gran bomba, Trump está en los archivos de Jeffrey Epstein, por eso no se han hecho públicos». El hombre más rico del mundo imputa en público la pederastia al emperador global, ¿cuál es la réplica a la altura? Muy sencillo, el presidente acusa de inmigrante y drogadicto a su anterior consejero, a través del mamporrero Steve Bannon. En efecto, Musk reconoce que toma ketamina por prescripción médica y es sudafricano. La Casa Blanca lo deportaría con gusto a la megacárcel de Bukele en El Salvador.

«Pretendía obligar a todo el mundo a comprar en Estados Unidos sus coches eléctricos, que nadie quiere en ningún otro país». El vigor está reñido con el rigor, pero solo el desenlace decidirá el valor de las descalificaciones intercambiadas. La mitad de los niños americanos quieren ser presidentes de mayores, la otra mitad se conforman con erigirse en las personas más ricas del planeta. Un experimento in vivo decidirá por fin la supremacía entre ambos cargos. Musk ya se retó con Jeffrey Zuckerberg a pegarse en una jaula (verídico), un combate con Trump incluso a insultos sería el espectáculo más seguido de la historia.

«Cierra la boca, tú no eres el presidente», le soltó uno de los hijos de Musk a Trump en el Despacho Oval, ahora se descubre quién le había inoculado estas ideas disolventes al niño insoportable. Aunque el presidente deseaba liberarse de un ‘consigliere’ metomentodo, agradecerá en especial no volverse a encontrar con XAEA-XII, a quien calificaba de «superdotado» con aires de propinarle un bofetón. En aquella sesión a tres en el corazón de la Casa Blanca, el caimán neoyorquino ya se relamía, porque sabía que antes o después devoraría al intruso.

«Hay que crear un nuevo partido, que represente al ochenta por ciento de votantes, que son centristas». Musk es un genio porque no sabe en qué mundo vive. De ahí que haya roto la baraja, según acostumbra. En cambio, Trump posee el radar más depurado para detectar los designios de sus encandilados seguidores, solo excedió los límites de la provocación cuando perdió las elecciones. Falta conocer el veredicto de los restantes señores tecnofeudales, que se desplazaron en masa hacia los Republicanos detrás del propietario de X. Ninguno de ellos ha cometido el error de mirar al sol de la opinión pública a la cara, engordan sus miles de millones de dólares con sigilo.

«Sí, Trump debería someterse a una moción de censura», aprueba ahora Musk en contra de quien fuera su ídolo. El presidente ganará esta batalla desigual porque el magnate no puede llevar su apuesta hasta el final, vive de la Casa Blanca. Por si acaso, en la recámara hace ejercicios de precalentamiento el cuarentón J. D. Vance, sin duda el más peligroso de los tres protagonistas citados hasta ahora. El vicepresidente también es el único que no fue Demócrata antes que Republicano, otra transición compartida por Trump/Musk.

El árbitro ideal de la mayor colisión de egos de la historia sería Vladimir Putin. Dirimir la cuestión entre tres billonarios tiene la ventaja del lenguaje común empleado, que facilita el acuerdo. En caso contrario, el fracasado invasor de Ucrania tampoco sentiría remilgos para eliminar en sentido literal a alguno de los contendientes.

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