Opinión | Viento fresco
A la playa con la casa a cuestas
Uno mira su perímetro de arena, su frontera, su parcelita con la toalla y poco más y se siente Polonia avistando al ejército alemán

Playa tranquila, por ahora, a primera hora de la mañana. / l.o.
La familia que va unida a la playa, permanece unida. Qué sentimiento de pertenencia, qué sentimiento de clan, qué buena armonía, qué pedazo de jaima. Van llegando cargados, sudorosos. Van dejando las neveras y toallas, las sombrillas, los garrafones, flotadores, sillas. Y de pronto, demasiado cerca de ti, ay, esas vistas a la orilla que quedan anuladas, van erigiendo su pequeña ciudad. Ante el posible escaqueo de los miembros más jóvenes de la familia, que corren hacia la orilla, el padre de familia, o los padres, porque son mucha gente, les recriminan su actitud y los conminan a ayudar. De pronto, clavan la jaima, las sombrillas, extienden mesas, sacan vasos y botellas, fiambreras con filetes, bolsas de snacks, botellas de plástico con refrescos, una baraja, la sandía. Los miembros más privilegiados de la familia bajan más tarde, cuando ya está todo montado y articulado.
Uno de los hombres reparte latas de cerveza entre sus ¿cuñados?, ¿hermanos?, ¿primos? Una de las mujeres pregunta que si saca ya la tortilla y un pequeño inquiere sobre la posibilidad de atacar ya el gazpacho. Los manguitos: dónde están los manguitos para el niño, para los niños. Al menos, se dice uno para sus adentros, no traen equipo de música. Error. Lo traen. Pequeños altavoces que conectan al móvil. Hombre previsor, vale por bañista. Las señoras mayores se anclan a la silla con vistas a otra señora mayor que se ancla a la silla. El rumor de las conversaciones se entremezcla con el rumor de las olas. Y la música.
Uno se siente pobretón y falto de recursos: apenas he venido con una toalla, un libro y el móvil. Situar las chanclas medio metro más abajo de donde termina la toalla permite ganar un pequeño espacio, hacer más grande el territorio propio. Evitar la invasión. Uno es Polonia avistando el ejército alemán. La infraestructura de la familia unida permanecerá erigida hasta que el sol se despida y más allá. Los imagino acarreando todo de nuevo hasta el apartamento o los coches. Tal vez les quede un trozo de tortilla para la cena. Alguien con arena en el pecho propondrá volver mañana. Y adornará el argumento: «Es que se echa muy buen ratito y se está muy tranquilo».
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