Opinión | Viento fresco
Propósitos para el último tramo del año
Meditar media hora dentro de una gran catedral, regalar una estilográfica, empatizar con el diferente, protestar en el banco, chotearme del algoritmo

Militar en los Denver Broncos no es un objetivo vital. / ap
No decir «es complejo» en una tertulia. Incrementar la ingesta de guisantes. Volver a intentarlo con El Ulises. No acelerar en ámbar ni decir me da igual. Llamar al seguro del coche.
Uno se adentra en el último trimestre del año, observa casi atónito el aterrizaje ya de los mantecados en los supermercados y esboza una serie de propósitos que tal vez tuvieron que ser acometidos en septiembre, pero un propósito de septiembre fue alargar el verano. La climatología acompaña.
Llamar a ese amigo, llevar el abrigo al tinte, no desistir de las series al tercer capítulo, abandonar el azúcar en el café, no preguntarle a la IA «en qué lugar se enamoró de ti», desempolvar aquella novela, pasarme a los calcetines de colores, no pasar deprisa por la puerta del gimnasio, subir escaleras, ser generoso en los likes, bloquear pelmas, elegir mejor los podcast. Empatizar con el diferente incluso en cuestiones espinosas. Huir del dogmatismo, emplear la palabra caletre, designar trabucaires, aprender a plantar tomates, incluso aprender qué hacer para que crezcan.
Mirar las denominaciones de origen. Comer en una venta, redactar un diccionario del otoño, aprender los meses del año en euskera, usar bufanda, citar a Umbral, pasar la ITV, escuchar a un detestable, aprender una letra de reguetón. También, meditar media hora dentro de una catedral, volver a Dublín, dejar irse la tarde en una terraza del Madrid de los Austrias, dar la nota en un bufé, leer la biografía de un rey godo, bajarme ya esa aplicación, decirle al banco que ese trámite me lo hagan ellos. Desentrañar un poema de Góngora, no saltarme los prólogos. Regalar un estilográfica, volver a ver La escopeta nacional, no emplear el término «berlanguiano» en vano. Colar la palabra austrohúngaro, desoxidar el francés, aprender a hacer una paella digna, apuntarme a un congreso, decir en una mesa redonda que a mí me parece cuadrada, no despreciar los alfajores, ciscarme en el algoritmo, doblar la ración de besos matinales.
Contestar en serio a la pregunta de qué vamos a hacer el próximo fin de semana.
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