Opinión | Arte-fastos
Sorpresas (pictóricas) por las esquinas
Impresionante muestra de 113 obras de más de 70 artistas españoles, procedentes de fondos del propio Museo y entidades públicas y privadas

«Críticos de arte», de Antonio Rodríguez Luna. / J. M. J.
Por difícil que parezca, todavía es posible hallar en las exposiciones de arte contemporáneo, entre la amalgama de retóricas oblicuas y registros multidisciplinares, alguna pieza que cause asombro, emoción o sorpresa. Esto me ocurrió cuando visitaba la colectiva Ayer. Colección 1940-1990. Relectura de la exposición, comisariada por Salvador Nadales, que actualmente se exhibe en los espacios Uno y Dos del MUCAC La Coracha, de Málaga. Una impresionante muestra de 113 obras de más de 70 artistas españoles, procedentes de fondos del propio Museo y entidades públicas y privadas; un proyecto que destaca por la claridad pedagógica y la calidad del conjunto. (Sólo un reparo: echamos en falta la presencia del grupo Nueve Pintores (1973-1993), renovadores del paisaje luminista malagueño mediante lenguajes de vanguardia.)
Pero volvamos al contenido de la exposición, y en concreto al factor sorpresa del que hablábamos al inicio: un cuadro que se encuentra en una esquina, lindante entre las secciones Realismo academicista y posguerra (Revello de Toro, Mingorance Acién, Ramos Rosas…) y Exilio y surrealismo (Picasso, José Caballero, Luis Fernández…). Según informa la cartela, se titula Críticos de arte, óleo sobre lienzo, fechado en 1959 (depósito temporal, col. part. Madrid) y su autor es Antonio Rodríguez Luna (Montoro, Córdoba, 1910-1985). No sabría decirles qué atrajo más mi interés, si la alusión al trabajo que desempeño desde hace años o la singularidad de la composición, o ambas: en una habitación desolada, siete hombres de aspecto grave observan con atención un cuadro –de factura moderna- montado sobre un caballete. La gama de grises y negros –con algunos pardos dispuestos estratégicamente- y un esquema ortogonal -caballete, pared, ventana, puerta- indican un entorno de reclusión o aislamiento, de atmósfera cerrada, o viciada.
Por falta de espacio no podemos detenernos en el estudio detallado de este magnífico óleo, pero sí me quiero fijar en esos siete caballeros: cuatro visten ropas elegantes (¿burguesía?); los otros tres, desnudos (¿bohemia?), y todos portan gafas negras, signo de tradición o rebeldía. Bajo esta somera lectura iconográfica aflora la más profunda, la que, a mi juicio, define el mensaje de la obra: la recepción de lo moderno a través de las expresiones de sus intérpretes más cualificados. Rostros que evolucionan desde la perplejidad o incluso la carcajada (los dos señores bajitos y orondos ¿académicos?), la duda y receptividad (los dos jóvenes con chaleco y levita, ‘snobs’ los llamaba Ortega y Gasset), hasta la satisfacción y complacencia (los tres desnudos ¿descamisados?, partidarios irredentos del Arte Nuevo). Nos queda la duda por saber en qué momento situó Antonio Rodríguez Luna esta escena: si en el Madrid de los años treinta, que conoció, o en el Madrid de 1959 (fecha del cuadro), que imaginó desde su exilio mexicano.
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