Opinión | La señal
El elefante en la habitación
Una información de yabiladi.com firmada por Mohammed Jaabouk da cuenta del trasfondo de la lucha entre los dos servicios de Inteligencia más importantes de Marruecos ante la hipótesis de una próxima sucesión en el Trono. Es la batalla por el futuro del aparato de seguridad y las influencias de este. La DGST representa al bloque tecnocrático de seguridad con apoyo francés e israelí. Abdellatif Hammouchi es el máximo responsable de esta y de la Dirección General de Seguridad Nacional (DGSN); por su parte, la DGED -al frente, Yassine Mansouri-, se vincula a la vieja guardia de Palacio, con vínculos en Emiratos y Arabia Saudí. Están en juego también, cómo no, el control de sectores económicos estratégicos. Además, la DGSN está actuando a petición de varios Estados africanos en asuntos antiterroristas y para «calmar tensiones políticas», quizá más significativamente «en la lucha contra el extremismo en el Sahel» y en la liberación de europeos y marroquíes secuestrados por grupos terroristas. Por otra parte, el autor al que seguimos señala que «la influencia de Marruecos en el Sahel y en África debería consolidarse con el proyecto del ejército estadounidense de instalar un mando militar para África en Marruecos». Son noticias buenas y malas para España y hay que distinguirlas.
Ahora, hay que ocuparse de otra guerra. Fernando del Pozo, almirante retirado y analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, dice que el envío de un buque de la Armada -Furor se llama, nada menos- a proteger la llamada flotilla Sumud tiene evidentes fines políticos y propagandísticos y un muy cuestionable valor humanitario. Y me pregunto, ¿había realmente ayuda humanitaria en los barquitos o era postureo político al uso?, qué preguntas. Por cierto, que el pasado martes, día 7, fue el segundo aniversario del mayor genocidio de judíos tras la II Guerra Mundial, y esta vez no eran los nazis los autores, o sí. Claro que la RTVE llama «milicianos palestinos» a los terroristas, deben ser cosas del libro de estilo, me digo. Pero en lo que hay que fijarse es en que el mayor número de víctimas tuvieron lugar en los kibutz gracias a la información de elementos de la UNWRA -la agencia para los refugiados, de Naciones Unidas-, denunciada por Israel como colaborador de Hamás y pagada con dinero occidental, por supuesto. Lo que deberíamos hacer ya es liberar de Hamás a los palestinos, aunque la verdad es que estos no han luchado mucho contra sus tiranos, la servidumbre voluntaria, que diría Étienne de La Boétie.
Ya aquí, en la tierra de Gárgoris y Habidis -título del imprescindible Fernando Sánchez Dragó-, dos grupos de españolas se enfrentan a una misma realidad parida por los dos grandes partidos, las afectadas por las pulseras de maltrato -cosas de este Gobierno de extrema izquierda- frente a las cribadas de cáncer de mama en Andalucía -que ya se han cobrado la dimisión de la consejera de Salud, Rocío Hernández-. Juanma, poquito a poquito, te caes un tantito. Y ponen, como siempre, a trabajar a Sanz, Arenas hacia lo mismo con él.
Pero en lo que hay que fijarse es en el plan de la UE, y que los fariseos callan, llamado «Chat Control», el escaneo masivo de mensajes cifrados antes de que sean enviados. Alemania ha votado en contra, ¿y España, qué crees?, por supuesto que a favor. Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, viene después. Pensadores liberales como Hoppe, Brennan o Caplan alucinarían con estos proyectos totalitarios. El elefante en la habitación, vamos, la metáfora de quienes no quieren ver la realidad para no tener que enfrentarla. Mientras, los yonquis del poder aúllan. ¡Auuu! Uno de ellos, Luis García Montero intenta «morder» al director de la Real Academia Española, pero como no le llega ni a las suelas a Santiago Muñoz Machado se queda con las ganas, cosas que pasan.
Es hora del almuerzo, toca Rúbico, en Alameda de Colón 26, cocina libanesa y algo de griega. En la mesa, no logramos explicarnos el gran acto de amor de una joven malagueña, de 18 años, con su novio, de 22, al herirlo con un cuchillo ¡de cocina! en el transcurso de una discusión ¡por celos! Miguel de Unamuno se atrevió consigo mismo:
Oh triste soledad la del engaño,
de creerse en humana compañía
moviéndose entre espejos, ermitaño.
He ido muriendo hasta llegar al día
en que espejo de espejos, soy me extraño
a mí mismo y descubro no vivía.
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