Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Al azar

Abascal quedará detrás de Feijóo, no padezcan

Pese a los esfuerzos del PP por degradarse a la altura de Vox, la tolerancia creciente a los postulados de la ultraderecha se detiene hasta ahora al borde del abismo

Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno, durante un acto en Sevilla

Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno, durante un acto en Sevilla / P. ESTEBAN / I. MORILLO

La última moda del dopaje estadístico consiste en proyectar la evolución declinante del PP y pujante de Vox, para concluir que la ultraderecha superará a la derecha radical en las próximas elecciones generales. El mero planteamiento de este ‘sorpasso’ con rango de hipótesis debería conllevar una humillación insoportable para Alberto Núñez Feijóo, más preocupado por condenar a Pedro Sánchez que por salvarse a sí mismo.

Empezando por el final, Santiago Abascal no superará a Feijóo, no padezcan. Los calculistas olvidan la dificultad mayúscula de cada diputado adicional. La ultraderecha puede duplicar su treintena actual de escaños a ritmo de apoteosis neofranquista para igualar al Podemos de la burbuja, pero necesita multiplicar su cosecha por cuatro para convertirse en la minoría más votada. Aquí ya no basta con el hoy frecuente «cada vez conozco a más gente que va a votar a Vox», se necesita un inquebrantable «todo el mundo y yo el primero vamos a votar a Vox».

Pese al ahínco del PP por degradarse a la altura de Vox, la tolerancia creciente a los postulados de la ultraderecha se detiene hasta ahora al borde del abismo. Alternativa por Alemania se frenó con un resultado espectacular pero insuficiente de Alice Weidel, la porfía de Marine Le Pen tiene visos de interminable, el treinta por cierto de Nigel Farage en el Reino Unido se registra en ausencia de elecciones. Meloni y Trump servirían como excepciones pero, en ambos casos, no son solo líderes neofascistas.

La izquierda en retroceso ha adoptado una posición esquizofrénica ante la fantasía de una recomposición del espectro conservador. En este escenario de política-ficción, será Abascal quien se presentará en el plató televisivo esgrimiendo frente a Feijóo un folio donde se pacta que «si usted gana las elecciones, yo facilito su investidura. Si gano yo, la va a facilitar usted». El político gallego se negaría con el mismo énfasis que Sánchez en 2023. En caso de naufragio ante su vástago, el PP imploraría al PSOE que le salvara del estrangulamiento de Vox, de la misma manera en que derechistas como Chirac o Macron atrajeron el voto progresista frente a Le Pen.

El desmembramiento ideológico ha excavado una peculiar subespecie de votante socialista, más enemigo del PP en concreto que de los postulados conservadores en general. Los integristas de izquierda arrastran la huella de la transición, hasta el punto de que prefieren perder a manos de Vox que soportar una victoria de los populares. Este núcleo irredento descarta por tanto las alianzas de conveniencia con formato de cordón sanitario, en que el PSOE volvería a sacrificarse por un angustiado Feijóo como ya hiciera en beneficio de Rajoy.

Desde Mitterrand y el Frente Nacional de Le Pen padre se mantiene la especie de que los socialistas alientan una fragmentación que debilita a la derecha. En su dimensión actual, la división ha sido una bendición para Sánchez, porque la lista única del PP hoy desdoblada hubiera obtenido una cómoda mayoría absoluta en 2023. El PSOE gobierna gracias a la existencia de Vox, pero esta ilusión se desvanece si los dos florones conservadores suman en torno a doscientos diputados. Ni siquiera la ‘Schadenfreude’ o alegría ante las tribulaciones de Feijóo compensaría de un hundimiento histórico.

Si el PSOE conserva la fe en el milagro de que PP y Vox no sumen 176 diputados, le conviene alentar el divorcio, a riesgo de fomentar una catástrofe para la izquierda. De momento, y por primera vez, el CIS coloca a Abascal por encima de Feijóo en las preferencias de los españoles como futuro presidente del Gobierno. Se trata de un resultado claramente inusual en una estadística difícil de trucar salvo que se falseen directamente los datos. Además , se produce ante un líder de Vox muy alejado del carisma indiscutible de sus socios europeos.

En la respuesta espontánea de los encuestados a la pregunta de «¿Quién preferiría que fuera presidente del Gobierno en estos momentos?», el barómetro del CIS del pasado septiembre ofrece una lista encabezada por Sánchez. El titular del cargo encabeza por norma la clasificación, pero puede hablarse de inversión anómala al colocarse Abascal (10,8 por ciento) por encima de Feijóo (9,7), una correlación inversa a la existente entre la proyección pública de ambos. La ventaja se eleva a dos puntos al considerar únicamente a los sondeados que han optado por un candidato concreto.

La buena noticia para Feijóo en su pugna por mantener el liderazgo de la derecha española es el arrinconamiento de Díaz Ayuso (3,2), aunque esta magra cosecha de postulantes entorpece la consolidación de la segunda posición que debiera ser inevitable. Sánchez no tiene competidor socialista entre las diez primeras plazas, hasta que aflora Emiliano García-Page (0,3) con un apoyo menos que simbólico. Incluso Yolanda Díaz (4,8) se encuentra más cerca de lo deseable por el líder del PP.

Los populares pueden alegrarse de que la decisión final sobre La Moncloa recaiga todavía en papeletas emitidas por seres humanos, en vez de votos determinados por Inteligencia Artificial. Los algoritmos serían más implacables con Feijóo que los artículos tranquilizadores sobre su futuro.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents