Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Viento fresco

Málaga

El día que me desperté Soler

Duendes de imprenta me adjudican la biografía de un gran escritor. Crisis de identidad, claro

El día que me desperté Soler

El día que me desperté Soler

Estoy loco por que alguien me pida que le firme un ejemplar de ‘El camino de los ingleses’. En el programa, folleto, que una importante institución ha editado para un ciclo de coloquios y conferencias literarias, debajo de mi nombre, donde debería ir mi currículum, han puesto el de Antonio Soler. El gran Soler. El día en que me convertí en Soler.

Hay gente que se despierta convertida en un escarabajo bocarriba. Yo me desperté, en realidad no pude dormir, convertido en un gran escritor. Le comento el sucedido, la errata, el error, a mi mujer y me dice lacónica: él escribe mejor, pero tú eres más alto.

No sé cuánta gente verá ese folleto, cuántos se percatarán del error y cuántos creerán, qué más quisiera yo, que soy el autor de ‘Las bailarinas muertas’ o que una vez me dieron el Nadal. Así que he decidido no decir nada. Que corra la leyenda. El rumor, el bulo. Soy Soler pero no soy él o sí lo soy.

Tal vez Soler esté a esta hora, percatado y avisado del error, escribiendo también una columna sobre este asunto tan literario: el asunto del doble. De la identidad. Del yo.

A lo mejor ha sido un error a posta para dar rienda suelta a un hecho literario. Releo con gusto mi currículum, perdón, el de Antonio Soler, y me solazo y me da gustirrinín y hasta pienso en cuanto me costó escribir Sur, esa pedazo de novela inolvidable y monumental que ni John Dos Passos.

Soy un personaje de Soler, ya lo he conseguido. Ser un personaje es una forma de triunfar en la literatura. Miro los premios de Soler y a lo mejor él está mirando los míos; en mirar mis premios se tarda unos segundos, claro, no tengo el Herralde. Bueno, sí lo tengo a decir de esta publicación. Oye, qué alegría. Un Herralde es un Herralde. Me abro una cerveza.

Algo querrá Soler de mí, a lo mejor el año de nacimiento. Eso sí, eso seguro que me lo cambia. De repente han rejuvenecido a Soler. O me han envejecido a mí. Ya no sé en qué año habito, en qué año nací. Recibo una llamada de un amigo que me felicita por ‘El día del lobo’, que lo está leyendo ahora con gran emoción, que vaya bien narrado el éxodo por la Carretera de Almería, que qué callado me lo tenía. No deshago el entuerto y me distraigo por un whatsapp que me entra proponiéndome reeditar ‘El espiritista melancólico’. Digo que sí, hombre, claro, que ya era hora. Lo digo con voz de Soler, aunque quizá un pelín más alterado de lo que él lo diría, que es un hombre pausado y tranquilo. Voy al espejo a ensayar, pienso cómo negociar esa reedición. Nueva interrupción: me llaman para «subsanar» el error del folleto. Qué error, digo. A ver, qué error. Qué sabrán ustedes quién soy yo.

Tracking Pixel Contents