Opinión | Notas de domingo
Historias cosmopolitas
Garbeo por Madrid, lamento por el cierre de un restaurante y desopilante serie

Ambiente de playa. / Gregorio Marrero
Lunes. Madrid. Zascandileo matinal por el barrio de Salamanca. Juraría que la mitad de la gente con la que me cruzo son mejicanos ricos. Entro en la librería Troa, que es grande, concurrida, bien nutrida. Ojeo y hojeo un recopilatorio de Chaves Nogales sobre Andalucía en edición de Ignacio F. Garmendia. Hay anaqueles interesantísimos de Historia, de Poesía, de libros de actualidad. Un señor muy pesado ha hecho ya ir a una de las dependientas tres veces al almacén para que le traiga libros absurdos que después desdeña sin apenas cogerlos. Como cada vez tengo menos paciencia para todo y aunque comienzo a no considerarla una virtud, admiro a quien la tiene o no albergándola en demasía sabe administrarla. Veo una nueva edición de ‘Madrid de corte a checa’, de Agustín de Foxá. Le han hecho una portada muy colorida. Aperitivo en The Library. Este sitio le gustaría a Foxá, que era un refinado comedor y bebedor amante del lujo, aunque creo que los que aquí se encuentran tienen una idea ligeramente distinta de la hispanidad y de España de la que él podría tener. Este local fue antaño una boutique-bar de la marca Johnie Walker. Maderas nobles, barras elegantes, taburetes de cuero. Buenas gildas. Hay veces que uno desearía que la única decisión a tomar en el día fuera la de ¿de anchoa o de boquerón? Madrid es un bullir. Me paro ante el edificio de Telefónica, en la Gran Vía, e imagino su interior durante la Guerra Civil, con las oficinas de prensa y comunicaciones allí establecidas, todo hirviendo de corresponsales extranjeros subiendo y bajando escaleras, militarotes, jefes de prensa, milicianos, correveidiles o mensajeros de los periódicos que iban de allí a su redacción y de su redacción a Dios sabe dónde. En otras ocasiones miro este mismo edificio y solo veo un mazacote que es sede de una empresa tecnológica. Cuando era estudiante no reparaba mucho en él. Sí en el almacén que había en sus bajos, en el que todo Cristo mangaba libros y discos. Yo creo que a lo largo de mi vida he fantaseado con casi todos los edificios de la Gran Vía. Por supuesto con el de Schweppes y el de la Prensa, sobre todo. Eso desde aquella Semana Santa en la que el colegio me trajo a Madrid y nos alojaron en el hostal Roma y que creo recordar estaba en una quinta planta. Ahora serán apartamentos turísticos.
Martes. Poquita fe. Descojono de serie. Segunda temporada. Raúl Cimas y Esperanza Pedreño. Costumbrismo ácido, humor descorazonador, personajazos, ese hallazgo de que los personajes le hablen a la cámara. Capítulos cortos. El oasis del día. Si sabes que al final de la jornada te espera Poquita fe, hasta lo plomizo se hace llevadero. Digo.
Miércoles. Cierra el restaurante La Cosmopolita. Fui feliz allí innumerables veces. El chef Dani Carnero quiere centrarse en sus otros dos restaurantes: Kaleja y La Cosmo. En La Cosmopolita desayuné, al morcé, cené, cientos de veces. Con la familia, con los amigos de siempre, con los compañeros del periódico. Allí hice entrevistas, probé grandes vinos, reí, escribí columnas, llevé a gastrónomos foráneos, conocí gente interesante, prolongué sobremesas hasta mucho más allá de lo prudente y hasta comprobé que se puede almorzar a solas sin sentirse raro. Hay gente a la que le gustan los sitios en los que se está como en casa. Yo para estar como en casa me quedo en la mía. En La Cosmopolita se estaba como ha de estarse fuera de casa: cómodo, en buena compañía, comiendo y bebiendo de primera. Cuántas conversaciones, confidencias, alegrías, con Jordi, Carlos o Paco a los mandos del local, grandes, adivinando tus deseos y tus hambres, tu hastío después de una larga jornada o tus expectativas de sábado a la una de la tarde. Un lugar para engrosar el currículum sentimental. Ceno escarola.
Jueves. Dice el juez que el hecho de que Ábalos sea diputado le causa «estupor». Estupor. Ya se me queda ahí colgado el palabro. A ver como lo cuelo yo por ahí. Estupor: se repite en la radio y las teles y las tertulias y los titulares. Es-tu-por. Paladeo el término y se deshace y se convierte en un mero sonido. El diccionario dice que su sinónimo es ‘pasmo’. No hubiera sido lo mismo si el magistrado hubiese dicho que está pasmado. No.
Viernes. A que voy yo y lo encuentro.
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