Opinión | Tribuna
Ayuso y las mujeres
Ser presidenta es serlo de todas las mujeres. No se entera
«Váyanse a otro lado a abortar. Cada año se abortan en España a 106.000 personas. Me parece un fracaso. No voy a hacer una lista negra de objetores. Pregúntenle a sus amigos de Hamás o al mundo musulmán qué opina del aborto». Estas frases, que parecen de hace 50 años, son de la semana pasada, de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Por partes.
Uno. Vivimos en España, un estado aconfesional, en 2025; no en Palestina ni en Israel. Céntrese y hágase responsable de lo que le compete aquí. Ser presidenta significa serlo de toda la población que representa, incluida las mujeres que no la votaron.
Dos. No se abortan personas. Decir esto es un despropósito jurídico. Ningún tratado ni de la ONU ni del Consejo de Europa ni nuestro Tribunal Constitucional, reconoce al feto como persona con derechos.
Tres. Como presidenta de la Comunidad de Madrid, aunque no quiera ni ver al presidente del Gobierno, debe respetar las instituciones. Y si Sánchez recuerda crear el registro de objetores, obligatorio desde 2024, se hace. Sobre todo cuando su consejera, Fátima Matute, votó a favor de crear ese sistema.
Cuatro. No hay lista negra de objetores, sino un registro privado para gestionar con garantías el derecho al aborto. No hay persecución de profesionales porque la misma Ayuso permitió y tiene un listado de objetores para la eutanasia. Si eso que ella hizo antes no es una lista negra, ahora para el aborto tampoco lo es.
Cinco. La objeción de conciencia no es un derecho colectivo por comunidades autónomas o por hospitales. Es individual. Y es un derecho activo. Si no se indica por escrito y por adelantado, la administración considera al profesional como disponible. Y se espera que si firma como objetor, lo sea siempre. Es decir, que luego esa objeción no desaparezca si trabaja en la privada en sus ratos libres.
Seis. No sé si a Ayuso le importa tanto la objeción o si es más la gestión de la sanidad pública. Porque parece existir en algunas comunidades un interés especial en derivar a las mujeres a la privada para hacer negocio de una situación de extrema necesidad.
Siete. Fracaso es que una presidenta diga que las mujeres vayan a abortar a otro lado, como si esto fuera 1950. Fracaso es que una presidenta se muestre contraria a la ley. Fracaso es que la presidenta de la supuesta libertad no dé libertad a las mujeres. Fracaso es negar un derecho.
Ocho. Fracaso es que sus amigos de Vox se opongan cada vez que este país quiere hablar de sexualidad y de educación afectiva en las escuelas, bajo la excusa del adoctrinamiento.
Nueve. Feijóo muestra su apoyo a las leyes. Pero es que no vale lo que él solo opine, sino todo su partido. Y debería aclarar si la opinión sería diferente si en las próximas elecciones pactara con Vox. Que recuerden cómo acabó Gallardón.
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