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Opinión | Viento fresco

A buena hora

Llega el cambio de hora y el debate sobre el horario de invierno y el de verano

Un señor pone en hora su reloj a las seis y cinco.

Un señor pone en hora su reloj a las seis y cinco. / EP

Ya nos ha echado alpiste Sánchez a los articulistas: el cambio de hora. Si con lo del aborto divide al PP, con lo del cambio de hora divide a la población entera: están los partidarios del horario de verano y los partidarios del horario de invierno. Yo más bien, una vez escurrido el bulto y no posicionarme en el debate sobre si la tortilla con cebolla o sin cebolla, de lo que soy partidario es de tener tiempo. Con independencia de lo que marque el reloj.

Nunca amanece a gusto de todos. Muy tarde para los gallegos, muy temprano para los catalanes. Lo raro es que los nacionalistas no hayan pedido su propia hora, a ver qué va a ser esto de que toda España esté sincronizada. Menos las Canarias, claro, una hora menos. Canarias tiene una promoción extra a todas horas, nunca mejor dicho. En todos los boletines horarios de la radio se les cita, son las cuatro, las tres en Canarias. Y lo bien que lo pasa uno en Lanzarote, viendo el legado de César Manrique y trasegando malvasía.

Leído en Twitter: un tonto a las tres sigue siendo un tonto a las tres aunque a las tres sean las dos.

El felón que antes te traicionaba a las dos ahora te traiciona a la una. Felón, no marques las horas. Conviene que el tiempo no te marque el honor: reloj no marques la honra. Los expertos hablan de los perjuicios del cambio de hora, se ponen muy graves y serios. Pero aún no se ha muerto nadie, creo yo. A mí el cambio de hora me da hambre. Nunca es tarde para un espeto.

Cuando atrasan las horas, el tiempo está en deuda con nosotros, dónde habrá ido esa hora. Cuando la atrasan, la deuda se salda, ganamos sesenta minutos. Si nos quedamos con el horario de invierno tal vez se resienta la producción poética, dado que las tardes playeras serán más cortas y el tiempo hasta el ocaso se acortará con el consiguiente perjuicio para los poetas que se echen siesta larga. Entre que cogen el bloc y el boli y se plantan en la arena son las ocho de la noche y se ha ido toda claridad. Ya no hay puesta de sol a la que dedicarle un soneto. Si nos quedamos con el horario de verano, no habrá quién nos acueste tampoco en enero en según que latitudes. A mayor oscuridad mayor tasa de suicidio, pero nada se dice de lo largo que se hace el día si el día es largo para quien padece la soledad.

Algunos acusan a Sánchez de lanzar una cortina de humo pero en realidad del tiempo hablamos siempre. El tiempo es la segunda cosa más importante del mundo. Hay quien lleva toda la vida pensando en él y no le cunde. Otros se dan cuenta de su importancia a deshora.

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