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Opinión | Pensar, compartir...

Àngels Fermoselle Paterna

Las rayas amarillas

La revolución debería llegar a la DGT en materia de señalización de aparcamientos y, ya que estamos, a los convenios internacionales si fuera necesario

Coches circulando por la ciudad.

Coches circulando por la ciudad. / álex Zea

El coche sigue siendo el protagonista de la ciudad porque, aunque no esté, se sigue notando su presencia. La señalización viaria nos lo recuerda en cualquier rincón recóndito.

Deberíamos plantearnos por qué las normas de tránsito, entre las cuales se indican las de parada y estacionamiento de vehículos, están pensadas al revés de lo que la lógica indicaría.

El criterio general es que un coche puede estacionar en cualquier lugar en el que no esté explícitamente prohibido e indicado con la oportuna marca vial o señalización vertical. De manera genérica, solo está prohibido en contadas excepciones como túneles, aceras, carril bici y poco más. ¿No sería lo razonable indicar dónde se puede aparcar y dar por hecho que en el resto de los lugares no?

Esta realidad nos sale muy cara, ya que hay que repintar continuamente y, lo que es peor, hace que esas marcas viales tengan una presencia abusiva en nuestras calles y plazas y perjudique mucho el paisaje urbano.

Hay calles estrechas en las que el ancho no permite más que el paso de un vehículo, siempre que los peatones se aplasten contra la pared para facilitar la circulación, y pese a ello se pintan rayas amarillas continuas para indicar que está prohibido aparcar. ¡Y queda tan feo!

En calles empedradas o adoquinadas parece un pecado plantar esas rayas llamativas que nos recuerdan hasta qué punto el coche sigue siendo el rey.

Las señales verticales también tienen su miga: prohibido aparcar, limitación de tonelaje, zonas ACIRE... Todo tiene que estar muy claro y muy explícito para que, por ejemplo, grúas, camiones o tráileres gigantes no se queden atascados en cualquier callejuela. El mantenimiento de las citadas señales, si se hiciera a rajatabla, también nos saldría por un pico, porque cualquier golpecito las inclina y en lugar de verticales quedan oblicuas, y además suelen ser tapadas por numerosas pegatinas que publicitan cervezas, pubs o festivales pegadas allí por nuestros irrespetuosos visitantes.

Creo que la revolución debería llegar a la DGT en materia de señalización de aparcamientos y, ya que estamos, a los convenios internacionales si fuera necesario. Deberían darse cuenta de que existen barrios históricos y singulares en casi todas las ciudades y que el impacto visual de las señales de tránsito, verticales y horizontales, es francamente invasivo y desagradable.

Debería cambiarse eso de «El aparcamiento dentro del casco urbano está regulado mediante las señales de tráfico en las que se indica en qué lugares se puede parar o estacionar y en cuáles está restringido». Bastaría eliminar la última parte de la frase. No indiquemos dónde está prohibido, sólo dónde está permitido. Nos evitaríamos la mayoría de las rayas amarillas y más señales.

Todo para que no se note tanto que el coche manda. Y quien dice coche, dice moto.

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