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Opinión | Al azar

Mazón, el superviviente de la dana

Que los expertos diriman las culpas de la dana porque, desde la distancia suficiente para adentrarse en lo psicológico, la calidad dominante en Mazón es el atrevimiento

Mazón, sobre la citación a Maribel Vilaplana para declarar en el juicio de la dana: "Nosotros no hacemos valoraciones"

Mazón, sobre la citación a Maribel Vilaplana para declarar en el juicio de la dana: "Nosotros no hacemos valoraciones" / Pilar Cortés

Un año da tiempo suficiente para proclamar a Carlos Mazón como el superviviente de la dana. El presidente valenciano ha sido arrastrado por la dimisión en numerosas ocasiones a lo largo de doce meses, hasta proclamarse el referente de una política sin principios y con 229 muertos, que hubieran sido menos de haber mediado una somera diligencia de su gobierno autonómico. Nadie podrá discutirle a Núñez Feijóo una reacción radical contra el responsable al menos político de un 29O que supera en víctimas al 11M, puesto que ha condenado a su barón a la última fila de los cónclaves del PP.

Que los expertos diriman las culpas de la dana porque, desde la distancia suficiente para adentrarse en lo psicológico, la calidad dominante en Mazón es el atrevimiento. Ni siquiera la pasión por el poder explica el descaro de someterse con desenvoltura al escrutinio ciudadano, en medio de una investigación penal arrancada desde la convicción de que la gestión política agravó la tragedia. Y que se complica para el dirigente del PP con la declaración como testigo de Maribel Vilaplana, la periodista con la que compartió en un reservado la comida más larga de la historia, en la jornada menos apropiada para entregarse a los placeres de la mesa. La Audiencia de Valencia confronta así a Mazón con la gravedad de lo ocurrido, desde la argucia de que no podrá atribuirse la testifical a la jueza de Instrucción acosada desde las ultraderechas.

El mejor retrato literario del personaje Mazón corresponde por cierto a Nuria Ruiz Tobarra, la jueza de Catarroja donde las víctimas han encontrado consuelo. La magistrada inscribe la batería de entrevistas dóciles al presidente valenciano en el género de la «autoficción». Donde no solo es significativo que la etiqueta favorita de los impostores aparezca por primera vez en una resolución judicial.

Además, al equiparar la «autoficción» con la mentira embellecida continuamente por Mazón, la jueza también se pronuncia sobre los escritores cobardes que refugian su incapacidad creativa calumniando a los seres desgraciados que han de soportarlos. Como dice el insigne penalista Alan Dershowitz, el abogado de Harvard a quien suspiraría por contratar el presidente valenciano pese a que quedó mancillado por Jeffrey Epstein, «mis hijos dicen que cada vez recuerdo mejor las cosas que me ocurrieron, por los detalles que añado al evocarlos de nuevo».

También Mazón recuerda o inventa cada vez mejor su agenda. Elon Musk se convirtió en el hombre más rico del mundo dividiendo su horario en fragmentos de cinco minutos. En cambio, el presidente valenciano mantiene lagunas irrellenables sobre su desempeño profesional en la jornada aciaga del 29O. Sostener que la llegada al ya famoso Cecopi después de las ocho concuerda con su versión inicial fijada en «a partir de las siete», puede optar al título mundial del cinismo contrarreloj. Máxime cuando se juega con un lapso temporal en el que la dana estaba matando a dos valencianos por minuto.

En 365 días mal contados, se ha dictaminado en otras tantas ocasiones que el presidente valenciano estaba condenado a abandonar el cargo donde todavía sigue, tan campante. Un arbitraje ético condenaría a la derrota electoral en cualquier ámbito a un partido político que presentara a Mazón en sus listas. El PP estatal ha preferido normalizar los 229 muertos, confiando en que los jueces le hagan el trabajo sucio. En realidad, el fracaso del político alicantino es tan clamoroso que ninguna imputación penal mejoraría su consideración catastrófica.

Mazón ya ha sido dimitido o ‘dismissed’, aunque sus marrullerías abonen la «autoficción» de que puede salir a flote. Solo queda detallar, porque es imposible explicarlo, su comportamiento mientras se escondía cobardemente de la dana. Por el bien de la política en su conjunto, ojalá la actitud del presidente valenciano se confine a la arrogancia frente a los elementos, a pura desidia o a una irrefrenable apelación pasional. Si intervinieron factores crematísticos como mantener la ocupación del puente de los Difuntos a toda costa, en defensa del cártel turístico, el horror sería insoportable.

Feijóo siempre está dispuesto a tomar la decisión de no tomar una decisión. Es probable que la destitución de Mazón, de haber contado con la aquiescencia del afectado, hubiera concedido un mínimo de brío al jefe de la oposición. A cambio, un segundo presidente/a valenciano se hubiera carbonizado en la reconstrucción, y una legislatura autonómica permite un número limitado de cambios traumáticos.

Cabe imaginar la ‘Schadenfreude’ o alegría ante el fracaso ajeno de Mazón frente a Moreno Bonilla, acosado también por uno de esos escándalos que tambalean una legislatura. De no haber mediado la dana mortífera, se podría bromear con el chaleco reflectante de Mazón en la medianoche del 29O, la prenda que no debió quitarse durante sus cuatro horas en El Ventorro. Y un año después, España seguirá construyendo sin complejos en zonas inundables, para exprimir el metro cuadrado a vida o muerte. Apostando como el todavía presidente valenciano a que una tragedia con 228 muertos sin avisar es una exageración de la estadística.

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