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Opinión | De lo que hablamos los jóvenes

La monstruosidad del deseo y de los cuerpos que se tocan

Es importante habitar una red, poder ser querido en distintos lugares y contextos. Hablar, poner límites, ser conscientes de los deseos y ponerlos sobre la mesa

Paseo en pareja.

Paseo en pareja. / Alejandro García

[La ternura de la piel ajena no merece hacer como que no resuena.]

Valeria Castro.

[No verás a nadie que no necesite acariciarse.]

Lágrimas de Sangre.

No podemos sobrevivir en soledad, vivir acompañado es tanto una necesidad como un deseo. Un deseo de habitar espacios con otros, de estar cerca, de sentirse sostenido, de tocar, de lo que implica ser tocado, de sentirse conectado mediante el tacto. Y con tacto no me refiero a un apretón suave de manos, sino más bien a la caricia consciente que recorre la espalda y que quiere estar ahí, que está por el mero placer de estar.

Tampoco me refiero a la búsqueda única de un contacto sexual, sino al acercamiento de los cuerpos sin una finalidad. La desnudez que no desea un fin, sino que existe y es contemplada y celebrada. El cuerpo siendo canal. La intimidad de poder expresar el amor hacia otros, de sentirlo en la piel. Y hablo en plural porque es importante habitar una red, poder ser querido en distintos lugares y contextos. Hablar, poner límites, ser conscientes de los deseos y ponerlos sobre la mesa. Sostener la red.

Sin embargo, parece haber vergüenza en ello. Nos dicen que debemos esconder de lo público las necesidades y deseos, que a costa de elegir dejarnos ver incomodan nuestras muestras de amor. Es comprensible cuando todo lo que vemos alrededor es violencia o neutralidad. Ven inmaduro el deseo de tocar y acariciar, monstruoso, desagradable. Un iros a un hotel dicho a un beso en la mejilla que no tiene mayor finalidad. Aprendemos así a no accionar hacia los deseos, a llevar cada gesto y caricia a lo más pequeño, a que no se vean.

Pero yo he visto besos con lengua en bibliotecas, abrazados de quince segundos en mitad de la calle, cuerpos acercándose a unos y a otros, caricias en reuniones, en bancos, en parques. De repente cuerpos siendo cuerpos y deseando el sostén. Las frases con entonación de niño, las miradas cómplices, la cercanía. La intimidad en espacios públicos. La potencia de que los cuerpos se relacionen desde la libre elección de una mayor o menor cercanía.

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