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Opinión | Viento fresco

Ridiculeces

Tanto rollo con que iba a presidir una república independiente que sería como Dinamarca y va Extremadura y lo opaca

Carles Puigdemont.

Carles Puigdemont. / ep

Puigdemont cree que Sánchez se ha reído de él. Está en lo cierto. Por fortuna. No está amnistiado ni puede volver a España, no hay sistema de financiación especial para Cataluña (y sí oferta a las comunidades para condonarles la deuda), el catalán no va a ser oficial en la UE y además su partido no gobierna en Cataluña. Y va a la baja.

A partir de ahora se declara oposición, ha dicho. Es una proclama, un grito, como el de Cartagena en los cantones, declarándose independiente: ¡Viva Cartagena! O sea, un grito folclórico y postrero, poniendo fin a su propio mandato sobre el Gobierno, que ha sido un mandato de chufla, chantaje y conveniencia. El protagonismo se lo ha robado en la jornada informativa María Guardiola, que ha anunciado elecciones para el 21 de diciembre. Tanto rollo con ser una república como Dinamarca para que al final Extremadura ocupe más titulares que tú.

Puigdemont ha dado el cante y la rueda de prensa en Perpiñán, que es donde nuestros abuelos o padres iban a ver un poco de blandiporno en los cines cuando España era reprimida, franquista y cazurrona y los que tenían posibles -o vivían cerca de la frontera- cogían el 850 o el Seiscientos y cruzaban a tierra gala para pasar la tarde o el día e ir a la sesión de tarde a ver si se escapaba una teta o un culo aunque fuese en ‘El último tango en París’. Ahora Perpiñán es un lugar anodino donde seguramente ni siquiera haya cines y donde un orate que da una rueda de prensa para renegar de un Gobierno es tomado como una mariposa que no hay que tocar mucho y que pronto se largará.

A partir de ahora, Junts votará, coincidirá, con PP y Vox, lo que contribuirá a clarificar el eje izquierda derecha. No descartemos un futuro endiablado en el que sea Feijóo el que necesite a los diputados de Junts.

La respuesta de Sánchez a la ruptura de Puigdemont ha sido tender la mano. «Tiendo la mano», ha dicho el presidente del Gobierno. Al menos no ha puesto la otra mejilla, si bien lo interesante sería que no pusiera dinero. Sánchez lleva unos años tendiendo la mano a Puigdemont, que sin embargo nunca ha visto tal mano y sueña con una foto con Sánchez en Waterloo. Más que nada parar comprobar si Sánchez existe y es de carne y hueso, de carne y mano. Tiende la mano pero la mano está hábilmente siempre vacía.

En Junts cunde la sensación de que han perdido el tiempo, aunque peor hubiera sido perderlo sin escaño o pasarlo en la cárcel, ya hablemos de Nogueras o de Puigdemont, que como todo el que solo emplea como lenguaje la solemnidad, resulta ridículo. Aquí y en Perpiñán.

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