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Opinión | Pensamientos

El arte de manifestarse

Admiro a los que componen eslóganes originales y llamativos para estas ocasiones. Podrían ser unos excelentes creativos publicitarios

Agentes de la UCO de la Guardia Civil, en un registro en la casa del exministro José Luis Ábalos en Valencia, en junio pasado.

Agentes de la UCO de la Guardia Civil, en un registro en la casa del exministro José Luis Ábalos en Valencia, en junio pasado. / Europa Press

Hace unos días el impresentable de José Luis Ábalos compareció ante el Tribunal Supremo. En la puerta le esperaba un grupito de manifestantes que tuvieron su minuto de gloria.

Los concentrados entonaron, como un empastado coro, un pareado procaz, pero simpático. Fue un instante, apenas unos segundos. Las televisiones no captaron su imagen, pero sí se oyó su proclama: «Ábalos, putero, no pagues las putas con nuestro dinero».

Hay que tener mucha moral para madrugar y escaquearse de otras ocupaciones. Apostarse en la puerta de las Salesas y pillar un hueco en la zona acotada, muy disputada por periodistas, curiosos y «protestantes».

Admiro a los que componen eslóganes originales y llamativos para estas ocasiones. Podrían ser unos excelentes creativos publicitarios. Hay que buscar una frase breve y rotunda; resumir, en unas pocas palabras, el mensaje destinado a las autoridades y la opinión pública. Además, el reclamo tiene que escucharse cuando conectan en directo las televisiones y radios, o cuando los sufridos redactores graban imágenes. El tiempo es oro para transmitir la esencia de la movilización.

También son dignos de alabanza quienes confeccionan carteles y pancartas imaginativas, graciosas, e ilustrativas. Lo de menos es el material empleado. Algunos, con una simple caja de cartón y unas humildes pinturas de cera, consiguen un efecto extraordinario. Chapó.

Hay concentraciones que son palabras mayores a la hora de la puesta en escena. Los organizadores se esmeran y montan vistosas coreografías o atractivas actuaciones.

Siempre me han llamado la atención las composiciones de algunos grupos antitaurinos. Desde hace tiempo, a pocas horas del chupinazo de los Sanfermines, los miembros de PETA, y sus amigos de AnimaNaturalis, se tiran en el suelo de Pamplona simulando ser toros muertos. Los animalistas van desnudos de cintura para arriba, llevan unos cuernos de plástico en la cabeza y aparentan tener sangrientas heridas en sus cuerpos. Este año el lema fue «tauromaquia es pecado». Quizás jugaron con que a algunos católicos conservadores les gustan los toros, aunque también hay ateos de izquierdas tristes por la retirada de Morante de la Puebla.

El acompañamiento musical es otro factor clave. Hay que hacer ruido. Que se nos oiga.

La izquierda y las feministas han optado por la batucada. No me gusta mucho. Es un ritmo que, lejos de estimularme, me produce jaqueca.

Por el contrario, mi corazón se infla de alegría cuando oigo a nuestras xeremies abrir las marchas. Sus sones significan «aquí estamos, el pueblo, alegres y combativos, escúchanos».

Siempre que voy al monasterio de Es Secar me acuerdo del verano de la marcha contra el proyecto del hospital público de referencia de las islas, Son Espases. La larga comitiva llegó al recinto encabezada por xeremiers y flabiolers. Era impresionante: fiesta y reivindicación.

La Policía cortó el paso a la manifestación. Rodrigo de Santos, entonces concejal de Urbanismo de Cort, y luego preso por corrupción, se quedó casi solo en la Iglesia. Ese año la romería fue muy distinta.

Tampoco olvido la ola de manos pintadas de blanco para pedir la libertad del concejal vasco Miguel Ángel Blanco, secuestrado por un comando. Toda España se echó a la calle para impedir que ejecutaran a un joven inocente, que bien podía ser nuestro hijo, hermano, amigo o vecino. ETA no cedió al clamor: el edil fue asesinado. ETA empezó a ser derrotada ese día.

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