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Opinión | Málaga de un vistazo

Noviembre llega con la lluvia

Converso a solas sobre las ausencias. De la muerte me cautiva restablecer las existencias que se ausentaron de su propia estación

Noviembre y la lluvia.

Noviembre y la lluvia. / álex Zea

Parafraseo al reconocido -muy premiado- novelista y poeta Álvaro Mutis, noviembre llega a Málaga, como Ilona, con la lluvia. Recuerdo a una preciada familiar llamada Blanca quien cada vez que amanecía este período otoñal me recordaba con melancolía: «No me gusta nada este mes». Mi querida Blanca hoy ausente. Ahora la comprendo ciertamente. Este tiempo el cual se torna más taciturno; donde habita la nostalgia anclada en cada recoveco del derredor y la lobreguez signa este lapso intenso y reflexivo. Ciclo en el cual las familias se cobijan con el propósito de distinguir el recuerdo de los seres queridos que zarparon. Hablo de un intervalo embebido de las huellas de éstos, anegando todas las aristas de la memoria para volver a contentarse de aquellos quienes compartieron nuestro cuaderno de bitácora y crearon un periplo de conquistas osadas en una vida enrevesada y agradecida.

Converso a solas sobre las ausencias. De la muerte me cautiva restablecer las existencias que se ausentaron de su propia estación; cómo la pérdida, la impresión de vacío, me entraña ejercer la práctica de coexistir con esas oquedades que tan solo las ocupan los recuerdos, músicas, fotografías, películas, libros… convividos. No escribo este artículo sobre la partida con aflicción, desasosiego o desesperanza sino como redención. Expertos afirman: el equilibrio humano se busca desde la falta. Estos casos de ausencias me sugieren que éstas son tan valiosas como las propias presencias. Me dice el inolvidable José García Pérez: «En el adiós quedó nuestro futuro construido para siempre». Evidentemente, querido poeta. Entretanto, miles de cruceristas observan la Catedral.

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