La que titula esta columna es una de las expresiones que más se escuchan en las madrugadas en las que se toman decisiones importantes en el concurso de canto carnavalero que acabó este sábado. Está claro que ser jurado es una empresa complicada, tanto más cuando para empezar ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos y siempre habrá quien crea que los premios se deberían haber distribuido de otra manera. El que suscribe, por ejemplo, tiene su propia lista de favoritos.

En las finales del Carnaval se ven de lejos dos tipos de agrupaciones: las que ya se sienten pagadas con el mero hecho de estar en el Cervantes cantando entre las cinco mejores de su categoría y cuyo premio, como muchas cantan, está en la calle cada año por febrero; el otro tipo de agrupación es una que se tiene por ganadora, porque el público así lo estima y el grupo se contagia de esa virtual victoria. El problema es cuando se da de bruces con la realidad del jurado que, al fin y al cabo, es quien manda. Todo lo que sea menos de un primer premio es una decepción para ellos.

Pero esas cosas se quedan en la madrugada del sábado. Las agrupaciones que disfrutan del Carnaval son aquellas que aceptan rápido su premio -sea el que sea, si lo ha tenido- y cambian el chip concursero por el callejero, que desde anoche comenzó y que dará de todo para divertirse.

El jurado, mentado a todas horas durante el concurso, pasa ahora a ser un pasado reciente que no tiene nada que ver con el calor de la calle. Este fin de semana tomemos la calle, salgamos en Carnaval, en el de verdad, y el día 9 de febrero lo tengo claro? #YoMeDisfrazo.