Parece que se repite la historia, pero nada más lejos de la realidad. En verdad, hablar del Domingo de Ramos es hacerlo del inicio de la Semana Santa y eso ni cansa ni es igual. El día volvió a amanecer con los nervios de quien estrena. Porque se estrena y se renuevan las ilusiones. Y porque los primeros toques de campana en el trono de la Pollinica suenan distintos. Y porque las primeras mecidas de Lágrimas y Favores son especiales y los compases iniciales de las marchas son gloria misma.

Pollinica | Involución triste e inexplicable

En la calle Parras, temprano, a las diez de la mañana, salían los nazarenos del interior de la iglesia de San Felipe y la banda de la Victoria, que abría la comitiva, interpretaba el Himno Nacional. En la casa hermandad se concentraba la mayor parte del público, aún no demasiado numeroso, para ver la salida. El alcalde dio los toques inaugurales, rodeado de acólitos. Y de monaguillos también. Y una palmera se hizo palio. Y la malla se hizo refugio con el Señor a su Entrada en Jerusalén y la Virgen del Amparo.

La agrupación musical de la Vera+Cruz de Campillos comenzó a sonar, con la brillantez que acostumbra. Virgen de la Angustia para los primeros pasos. Padre Nuestro, para pasar por San Felipe, donde Santa Cruz y Salutación, aguardaban corporativamente con guiones y bastones.

La cofradía se hacía a la calle cuando aún estaba algo nublado, pero las previsiones eran optimistas. Como mucho, posibilidad de chubascos dispersos. Lo que se cumplió. Y la Pollinica se vino arriba, y se recreó. Y se recreó. Y se recreó. Y levantó a pulso, los dos tronos, en la Tribuna de los Pobres, donde hacía años que no lo hacía. Y levantó también a pulso en el cruce en la Alameda y Torregorda, en una involución triste e inexplicable que provocó un importante retraso que incluso afectó a las primeras de la tarde.

El Cristo lucía su antigua túnica y mantolín de las Adoratrices, restaurado por el taller de Salvador Oliver con motivo del centenario de la primera salida. Y la Virgen del Amparo, que iba rodeada de flores blancas de distintas variedades, avanzaba a los sones de una reforzada banda de la Esperanza.

Cuando llegó la hora del encierro, que fue muy a deshora, la cofradía siguió recreona, mientras la cruz guía de Salutación esperaba pacientemente que la calle Parras quedara libre para continuar su camino. Ni por cortesía se recogieron antes.

Lágrimas | Otra dimensión

Lágrimas y Favores está un paso y una mecida por delante del resto. Desde la cruz guía hasta el bombo, todo está medido y cuidado. Hay mucho cariño en todo lo que se hace en esta sección de Fusionadas. Eso se nota. Saben que la calle está para procesionar a la Señora con elegancia, como se lleva a una madre. Si hay que poner un «pero», hay que señalar el exceso de protocolo en la salida. La baronesa Thyssen, la presidenta del PP Catalán, el alcalde y su cortejo procesional y el numeroso grupo que pulula a su alrededor ganaron mucho protagonismo. Pero, al final, es un mal menor.

La sección de Lágrimas y Favores se vive en momentos únicos: las puertas de San Juan abiertas y los portadores cantando el himno a la Virgen; una saeta cantada por Pepi Arjona -que a sus 83 años conserva una voz espectacular- al pie del trono; la curva de Calderón de la Barca al ritmo de Lágrimas y Favores tocada por la Banda de El Arrabal, de Carmona; una nueva saeta, en este caso de la cantaora onubense Regina en la calle Fernán González y que levantó los aplausos; o la marcha Campanilleros para entrar en Especerías con las precisas órdenes del capataz Manuel Galindo marcando el camino.

Pero llegó la entrada en la calle Nueva y el tiempo se paró. La curva fue exacta, perfecta, única. La marcha de estreno El Despertar, de Juan Luis Leal, encajó con soltura. El trono entró en la calle Nueva, donde el público enmudeció. Espectacular. Hay que vivirlo. A las doce sonaron las campanas de la iglesia de la Concepción. Hora del Ángelus. La banda inició los primeros compases de Amanecer con Triana y sus portadores rezaron con sus hombros y sus pasos. Gloria a la Madre de Dios.