Silencio. Ésa es la impronta de la Humildad, incluso en Domingo de Ramos. Y ésa es su intención. Por eso, en cabeza de procesión sólo cuatro faroles acompañan a la cruz guía. Ayer fue un día importante en la historia de esta cofradía de la Victoria, ya que el Señor de la Humildad iba acompañado por un nuevo grupo escultórico, obra del onubense Elías Rodríguez. Se trata de dos soldados romanos, Barrabás, que se incorpora por fin a la pléyade de imágenes de la Semana Santa malagueña, Caifás, Pilatos y Claudia Prócula. Además, el trono del Cristo estrenó mesa, realizada por Antonio Cabra, de tal forma que permitió elevar el baquetón y recuperar el diseño original de Guzmán Bejarano.

Cuando la cofradía victoriana debía hacerse a la calle, algunas gotas de lluvia llenaron de preocupación a la Junta de Gobierno. Eran las seis menos diez de la tarde. La comisión de agua se reunió y decidió dar un paso adelante. Acertaron de pleno, porque una hora después un sol imponente lució en el cielo del Domingo de Ramos.

Las túnicas blancas y el habitual cíngulo de esparto volvieron a conformar una imagen de rigor y devoción internas que se refleja, de forma más concreta, incluso, en la ausencia de nazarenos campanilleros. Es un sencillo bastón el que da la orden de avanzar o parar, un rasgo sin duda ya característico de la hermandad del Domingo de Ramos.

Al filo de las ocho de la tarde, el cortejo había completado la calle Granada. El Señor de la Humildad se muestra con el torso desnudo ante el pueblo; hay aplausos tímidos, pero la contención se impone pese al gentío que se agolpa a ambos lados de la céntrica vía. Detrás, la Banda de Cornetas y Tambores de la archicofradía de la Esperanza, que con una interpretación magistral llena de fuerza y tronío arrancó aplausos y acompañó a la perfección la solemne mecida del Cristo que acepta su destino con resignación, sin duda alguna, sin protestar. Dos marchas ejecutadas con gusto y ritmo para culminar Granada: Noche de Lunes Santo, primero, y Trabajaderas de metal.

El resto lo hicieron los hombres de trono. Es difícil no imaginar a esta banda como una de las punteras de Málaga si siguen demostrando ese nivel; la evolución, que está por ver, pondrá a cada una en su sitio, pero el de ésta es el de auparse a los primeros puestos de un hipotético ranking de calidad musical. Claro que esa interpretación debe ir unida al buen trabajo de mayordomos, capataces y hombres de trono. En ese caso, su labor fue excepcional: la entrada a calle Echegaray desde Granada, sin parar, y meciendo en todo momento, sin perder el paso, dejó momentos muy estéticos para los cofrades que vibraron en silencio, primero, y explotaron de júbilo, después, en uno de esos lances que quedan para siempre en la retina de quien los vive.

Nuestra Señora de la Merced, con la candelería encendida, hizo acto de presencia en el mismo punto poco después; en esta ocasión, la dolorosa iba acompañada por la Banda de Música de la Consolación, de Huelva. Para entrar en Echegaray y dar la complicada curva: Hossana in excelsis, una marcha con empaque que acompañó muy bien al trono, bien llevado, pero cuyo palio hacía algunos movimientos extraños. El San Juan, por cierto, iba esta año muy cerca de la imagen. Pese a todo, varias petaladas salpicaron de color el paso de este trono por calle Granada.