En la lejanía se escuchan los tambores y las cornetas del cortejo de la Esperanza. Apenas unos cientos de metros más, el Novio de la Muerte se entona por enésima vez, mientras que Zamarrilla y la Misericordia llevan el gusto barroco de la Trinidad y El Perchel por el Centro. Sin embargo, en el entorno de la calle San Juan se impone el silencio. El público que hay allí espera paciente que se abran las puertas de la parroquia. Algunos, se encuentran con esta escena sin saber muy bien qué pasa, por qué hay ese remanso de silencio en el bullicioso Centro. Las puertas se abren y comienza a salir el peculiar cortejo procesional de 72 nazarenos de Vera+Cruz, en silencio, con túnica negra y capirote verde oscuro, faja de esparto y la cruz de Malta.

Este cortejo se convierte en el puente de unión entre el Jueves y el Viernes Santo. Su puesta en escena en la calle es ya propia del día de hoy, con un penetrante silencio que se convierte en casi más estridente que llevar una banda de música o de cornetas.

Vera+Cruz ha sufrido una transformación en los últimos años, buscando su sitio definitivo. El adelanto de hora le ha permitido insertarse en el recorrido oficial y darse a conocer entre el gran público y no en una minoría como antes. Sin embargo, ha tenido que renunciar a la estación en la Catedral, ya que a las horas que podría ir, sobre las 4.00 horas, no ha sido aceptada por el Cabildo al obligar a abrir el templo a una hora intempestiva. Esa sigue siendo la asignatura pendiente para este cortejo, lo que le daría más sentido a su salida procesional.

Mientras se encuentra una solución, el cortejo sigue avanzando y mejorando en su presencia y convirtiéndose en el cierre perfecto para un día que se abrió con una propuesta muy similar, la de Santa Cruz. Silencio y seriedad en pleno apogeo de los grandes tronos del Barroco.