Para Juan Antonio Sánchez López, catedrático de Historia del Arte de la UMA, el trono de la Soledad de Mena subraya -tesis que ya formuló el año pasado-que los tronos de Málaga pueden presumir de tener los discursos iconográficos más completos y coherentes. «En Sevilla, los pasos con un programa iconográfico coherente son los históricos del XVII o del XVIII. Los del siglo XX dejan mucho que desear en el terreno del relato hagiográfico e iconográfico».

El diseño de este trono, obra de Antonio Ibáñez estrenada en 2006, fue un trabajo del desaparecido Jesús Castellanos, que una vez más reinterpretó un diseño previo, en este caso el del trono primitivo de Enrique Ruiz del Portal.

«Creó un diseño nuevo sobre la base del anterior pero le dio pleno sentido a un programa iconográfico que antes no tenía»: Jesús Castellanos reúne referencias a la Soledad y a la historia de la Congregación, y la cartela que nos ocupa «rinde homenaje a la

vinculación de la hermandad de la Soledad con Santo Domingo, porque el motivo principal es la advocación insignia de los dominicos, la Virgen del Rosario» que, además, fue la primera patrona de la Armada Española.

Y de nuevo, Castellanos busca la inspiración en la Catedral de Málaga, siempre en pos de señas de identidad, como en otras ocasiones, y la encuentra en la que para la crítica especializada es «uno de los grandes cuadros de altar de la pintura barroca europea»: La Virgen del Rosario de Alonso Cano, encargo personal del obispo malagueño Fray Alonso de Santo Tomás, el famoso hijo bastardo del rey Felipe IV, para su capilla funeraria en el trasaltar de la iglesia de Santo Domingo. «Es una capilla funeraria privada e, iconográficamente, el cuadro está relacionado de forma directa con los recuerdos personales de Fray Alonso».

Como señala Juan Antonio Sánchez López, se trata de una «iconografía a la carta», en la que se dan cita «las devociones, vinculaciones e incluso las referencias familiares de Fray Alonso de Santo Tomás».

El cuadro, por cierto, nunca llegó a estar en Santo Domingo, porque a la muerte del obispo, el Cabildo «poco menos que secuestra el cuadro y lo traslada a la Catedral». El lienzo nunca fue devuelto a los frailes, pese a las peticiones de los dominicos. Este hecho, recalca el catedrático, al final hizo posible que se salvara de las llamas en mayo de 1931.

Iconografía del cuadro

En cuanto a la iconografía del cuadro, aunque oficialmente se trata de la Virgen del Rosario, tiene una iconografía ecuménica, «en el sentido de que ahí están referenciadas todas las líneas maestras de la mariología del siglo XVII», comenta el profesor. Y así, además de la Virgen del Rosario, en el Alonso Cano de la Catedral se aprecian otras dos grandes advocaciones «muy del momento», como la Inmaculada y el Patrocinio de la Virgen, «como protectora e intercesora del mundo», una fiesta que instituye precisamente el papa Alejandro VII en 1654, «a petición expresa de Felipe IV».

Por cierto que, como apunta el historiador del arte, está documentado que la primera vez que esta fiesta se celebra en la Catedral de Málaga, el predicador invitado por el Cabildo fue el fraile dominico Fray Alonso de Santo Tomás, que todavía no era obispo de la diócesis.

En la talla de Encarnación Hurtado, la artista sevillana recoge esta idea del Patrocinio de la Virgen, de María como protectora, «que a la par que sujeta el pie al Niño, está acariciando el orbe». A los pies se encuentran San Francisco y Santo Domingo, abrazados y enlazados, dos de los varios santos que aparecen en el cuadro encargado por el obispo dominico.

Varias advocaciones

Como resalta el experto, en la talla para el trono de la Soledad de Mena se ha suprimido el rosario de la Virgen del Rosario, que sí aparece en el cuadro de Alonso Cano aunque no lo entreguen a Santo Domingo ni la Virgen ni el Niño, «porque aquí la referencia dominica está compitiendo subliminalmente con la otra advocación dominante de la obra,el Patrocinio de la Virgen».

Por eso, también desde el punto de vista iconográfico el modelo real de la Catedral no es una Virgen del Rosario, «aunque lo puedas llamar así por el contexto».

Además, en el lienzo se aprecia el nimbo que rodea a la Virgen, con una superposición de la luna y el sol, «un elemento iconográfico claramente concepcionista».