De cofradías populares habla el Martes Santo. De hermandades con arraigo, con aceptación. Una jornada con nombre propio capaz de llenar las calles del Centro, pero también de los barrios. Desde bien temprano, en la lejanía. A media tarde, en El Perchel, sea donde sea, ante el templo o la casa hermandad. Nueva Esperanza y la Estrella conforman el meridiano del tercer día de la Semana Santa.

Nueva Esperanza | Peregrinación de penitencia

El barrio de Nueva Málaga responde con creces a la llamada anual de su cofradía. Sí. Su cofradía. Porque estas entidades nazarenas confieren personalidad a estos entornos de avenidas y altos edificios de ladrillos vistos. Un barrio, o barriada, que se hace nazarena con el Señor del Perdón y su Virgen de renovada expectación. Una semilla que se plantó a finales de los 70 que ha echado unas raíces profundas y robustas. Un frondoso árbol que cobija con su sombra a los vecinos, que son hermanos, y que se echan a la calle cada Martes Santo para ir de peregrinación penitencial al Centro, portando como bandera devocional a sus titulares.

Y da igual que el sol dé de lleno en la calle. Que el calor sea sofocante. O que no haya dado tiempo a digerir el almuerzo. En la avenida Salvador Barberá no se cabía ayer para ver bajar a una cofradía que sabe dosificar el esfuerzo a redoble de tambor. Avanzaba rápida, a buen ritmo, pero también sabía recrearse en la mecida con las marchas que interpretaba la agrupación musical Ecce Mater, de Cádiz, que se estrenó ayer en Málaga. El recorrido es largo pero Nueva Esperanza es experta en desmitificar distancias. Perdona a tu pueblo, Estrella Reina del Cielo o Cuando me alejo de ti sirvieron de banda sonora en la primera parte del recorrido del Nazareno del Perdón y sus Cirineos, que portan el ascua que es su trono. Cera morada en los faroles. Rosas rosa, rojas y lirios morados en el friso, para hacer contraste entre el oro y el risco de corcho, con pitas y altas ramas de romero junto a la cruz.

Día grande para Nueva Málaga y para los hermanos. Día de revestirse por primera vez el hábito. Día de emociones y recuerdos que jamás se borrarán de la memoria de Mora al dar las primeras órdenes con su pequeño nazareno, Adrián, en brazos.

Las Virgen de Nueva Esperanza no se hizo de rogar. Llevaba días pidiendo calle. Y sus hermanos guardaban una sorpresa que no querían desvelar hasta el momento de la salida: varias piezas de cera rizada completaban su candelería en el frontal y dos de las marías. Un conjunto que ganó así en vistosidad y gracia, y que realmente resulta apropiada para el carisma de esta corporación. Exorno floral con mucho gusto, con predominio de rosas blancas. Y una mecida de quilates la de sus hombres de trono, con Candelaria a cargo de la banda de música del Nazareno de Almogía.

Quedaba un largo camino hasta la Alameda. Y luego volver. Nueva Málaga despide a sus nazarenos como las viejas plantaciones confederadas despedían a los soldados que partían para la Guerra de Secesión. Se van muchos pero las bajas también son numerosas. La vuelta por la Trinidad se convierte en cita obligada del Martes Santo.

Estrella | Barrio, pese a todo

La de la Estrella es una cofradía de barrio, de devoción. Con un encierro de los de antaño en el que sus tronos se acercan más al cielo a pulso y con un encuentro con el pueblo en la Tribuna de los Pobres digno de ver. La hermandad dominica hizo ayer barrio reencontrándose con los suyos un año más, más allá de su capilla en la parroquia de Santo Domingo. Pero hacer barrio también es no renunciar a las raíces, al sentido de Iglesia. Ayer muchos echamos de menos ver salir al Señor de la Humillación y a la Virgen de la Estrella de su iglesia, de ese portón que tantos años les ha visto entrar y salir siempre en buena y abundante compañía. El sentido del todo.

El trono de Benítez Oliver que, se acerca al centenario, recordaba el sacrificio de los portadores del Cristo, que llevaba ayer un crespón negro en homenaje a un hombre de trono fallecido hace diez días y por el asesinado cabo Francisco Soria, natural de Málaga en el Líbano hace sólo unos meses.

Sonó Sagrada Lanzada para el Señor, al que la leve brisa primaveral de la tarde mecía la túnica semiabierta. Después, la banda de la Estrella interpretó Bendición para regocijo de los más entendidos.

La dolorosa de la Estrella salió después para llenar de azul cielo El Perchel, el barrio que, pese a los cambios, nunca le falla. Rosas blancas para las piñas y uno de los pocos trenes de vela que aún quedan en nuestra Semana Santa, un cambio, sin duda, que antes o después llegará. Sonó entonces Estrella del Perchel con los sones semi militares de la banda de música de Alhaurín el Grande, que después tocó la un tanto olvidada Virgen de Gracia dedicada a la dolorosa de calle Agua obra de Perfecto Artola.

A altas horas de la madrugada volvía al Perchel para reencontrarse con las miradas de la tarde. Los balcones de un barrio cofrade por excelencia que recuerda que en medio de solares y casas a medio derruir, hay una caseta llena de solidaridad, la de los Ángeles Malagueños de la Noche, a los que seguramente mueve la fe de dar sentido a lo que Jesús y su madre hicieron por toda la humanidad.