Se fue el Rocío por la tarde temprano. Se fue el Rocío y su ausencia se notó en su barrio. La Novia bajaba al Centro para compartir sus dones, pero la Victoria tenía mucho más por vivir, por sentir, una jornada de Martes Santo radiante. La primavera impone su cordura y eso se nota en los naranjos de la calle principal, que se tenía que convertir en una interminable fila de penitencia multicolor. Algo más abajo, en la calle Frailes, Pilato se lavó un año más las manos. Y en el semblante de Cristo ningún atisbo de rencor. Ni de hostilidad. La mansedumbre de un Hombre bueno, del Hijo de Dios ante su destino.

Rescate | Peregrinación de penitencia

La calle Agua volvió a estirarse un Martes Santo más para acoger al numeroso público que no quiso perderse la salida de la Cofradía del Rescate. Color nazareno en rojo oscuro, morado, amarillo, gris y negro aportaron esa seña de distinción de la hermandad victoriana.

El cimbreo del olivo del trono parecía marcar el compás a los hombres de trono del Señor del Rescate, que salió sin toques de campana, con la marcha A la Gloria, interpretada por la Agrupación Musical San Lorenzo, llenando la calle como sólo la llena este grupo escultórico, con un in crescendo que dio solemnidad al Martes Santo en la Victoria.

Ya la propia Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Cautivo se había encargado de anunciar, minutos antes, que algo grande se estaba preparando en la calle Agua cuando inició el desfile procesional con Cristo del Amor. Y no fue un aviso en vano. Pronto llegaría la curva de salida del trono del Señor a la calle Victoria al ritmo de La Saeta, pasando por delante de la capilla que acoge estas imágenes durante todo el año, como un vecino más de la Victoria.

El Señor apareció ataviado con túnica morada lisa, sin bordados, en un guiño a los orígenes de la talla. La presencia de la imagen no desmereció con esta nueva estética, más discreta, pero no menos impresionante por resaltar más la figura.

Mientras el Señor ganaba la calle Victoria, el dorado del trono de la Virgen de Gracia brillaba con esplendor, resaltando el nuevo rostrillo de la Virgen, realizado por Joaquín Salcedo con raso y una disposición muy diferente a la habitual.

La Banda de Música de San Isidro, de Armilla, inició su repertorio con Soleá dame la mano para acompañar la primera maniobra del trono de la Virgen en su salida a la calle Agua. La curva de la calle Agua y acceso a la Victoria la hizo al ritmo de Amarguras, con un giro perfecto que fue recibido por aplausos por la gente de su barrio. Era llamativo ver cómo los numerosos balcones de la calle estaban poblados de público. Como regalo, el primer tramo de la Victoria lo hizo con Virgen de Gracia, su marcha. Hay que reconocer que el cambio de los últimos años de la Virgen -trono, palio y manto- ha sido espectacular, creando una verdadera joya.

Sentencia | Las personas

La Semana Santa no surge por arte de magia. Hay mucho trabajo detrás de cada salida procesional. Todo un año de esfuerzo y sacrificio, pero también de convivencia y fraternidad. La hacen las personas. Esas que con solo un abrazo de terciopelo hacen que broten los sentimientos más profundos y que afloren lágrimas. Las personas con las que se tiene contacto durante el resto del año, con las que charlas de cofradías hasta en el mes de agosto sin que resulte extraño. Esas personas son cofrades. Y forman equipo. Y dirigen con maestría el trono de Jesús de la Sentencia. Uno se siente orgulloso de poder servir de ayuda aunque sea para poner bien la faraona. Son personas cariñosas y amables, que buscan con la mirada, a través del capillo, a una niña de casi tres años que viene de la mano de su padre calle Frailes arriba, le dan la mano, le preguntan por el Señor y la Virgen, dejan que tome el martillo y recibe un toque de campana dedicado. Y eso marca. Y se queda para siempre. Y uno desea que a Paz también.

La Sentencia es la hermandad que no deja de crecer. Que ha depurado su estilo y que se ajusta a los cánones más cofradieros para poner en la calle la puesta en escena justa. Banda de cabeza, cuerpo de nazarenos completo y ordenado y trono del Señor, que lucía luto en recuerdo de Antonio Chacón, fallecido esta Cuaresma, histórico cofrade y benefactor de la hermandad. Su escapulario en el frontal del trono del Cristo, que lucía la túnica de Juan Rosén que le regaló; y su bastón en el frontal del de la Virgen.

Antes, por acuerdo de junta de gobierno, el decano del Colegio de Peritos, Antonio Serrano, dio los toques oportunos para abrir las grandes puertas de la casa hermandad, engalanada con suntuosos reposteros pintados. La perspectiva era la de un recinto ilusionado con ganas de meter el hombro y mostrar a Málaga cómo se dictó la sentencia más injusta padecida por un hombre. Alguien que, por ser Dios, acepta el veredicto con una dulzura que sólo se entiende gracias a esta condición divina. La banda de música de Torredonjimeno volvía a salir tras este trono de Pérez Hidalgo que puede que esté contemplando sus últimas mecidas.

La cofradía completaba la cuadrilla de acólitos con la creación de dos parejas de ciriales idénticas a los que ya tenía, diseñados por Casielles.

La Virgen del Rosario, exquisita en su exorno floral, con distintas especies combinadas con acierto y predominio del color rosa, encaró la calle Frailes a los sones del himno nacional. Inconfundibles capirotes de raso celeste prestaban escolta al momento de echarse a andar. De ofrecer esta preciosa oración en forma de imagen mariana bajo palio. Encarnación Coronada, a cargo de la banda del Arrabal de Carmona, para adaptarse al paso. «Hace calor, respirad», mandaba el capataz de cabeza.

La plaza de la Merced se convierte en el foro predilecto donde la cofradía se hace grande, recorriendo tres de sus laterales, haciendo la cuadratura del círculo en torno al obelisco que representa la libertad. La misma que Cristo ofrece al hombre asumiendo un sacrificio cruento. Brillante también el paso por el nuevo entorno de la plaza de Camas, esquivando la frialdad del Pasillo de Santa Isabel para llegar al recorrido oficial.