El sol y la luna en el cielo celeste de Málaga, un fenómeno que vive la primavera malagueña. Primavera al fin en Martes Santo y con calor sofocante para quienes desde bien temprano salían tocados con capirote desde el lejano barrio de Nueva Málaga. Hábitos, además, de estreno, para acompañar al Nazareno del Perdón y a la Virgen de Nueva Esperanza. Y en las aceras muchas personas disputándose los escasos espacios de sombra. En Mármoles, el lado perchelero ganaba la partida cuando la cofradía se acercaba a la ermita de Zamarrilla, el punto más alejado de su sede canónica hasta su incorporación a la Agrupación de Cofradías.

Los hermanos de Nueva Esperanza no olvidan sus raíces y, por esta razón, en cada estación de penitencia hasta el Centro, mantienen inalterable su itinerario para rendir tributo a la cofradía zamarrillera, la que para ellos es "hermana mayor" y "referente", como se encargó de recordar el secretario de la corporación, José Benítez, durante un sencillo pero emotivo acto ante el Cristo de los Milagros y la Virgen de la Amargura, ya entronizados y a la espera de un nuevo Jueves Santo.

El hermano mayor de Nueva Esperanza, David Vidal, elegido recientemente, depositaba un ramo de flores en el trono de la Virgen de la rosa en el pecho. Todos rezaban un Ave María y un Padre Nuestro y el trono del Nazareno, este año exornado con flores variadas en tonos rojos, se echaba de nuevo a andar, con sus características e irrenunciables medidas, a los sones de Calvario, interpretada por la agrupación musical Ecce Mater, de Cádiz. Y en esta ocasión, sin las órdenes de un ilustre capataz: Fran Núñez Moraleda, cuyo segundo hijo, Rodrigo, hermano de Adrián, nació a la misma hora (15.45 horas) que la cruz guía de la hermandad se plantaba en la calle. "Mejoren eso, pregoneros".

La Virgen de Nueva Esperanza, por su parte, seguía ganando metros Martínez Maldonado abajo, sabiendo economizar esfuerzos ante el largo recorrido. Flores blancas a sus pies. Cera rizada para iluminar su llanto. Y la música de la banda de la Consolación de Huelva para acompasar su discurrir. Y en Triana, la O, para despedirse de Zamarrilla, tras los toques de campana protocolarios de Rafael Gallego, cuando la comitiva ya doblaba hacia Peso de la Harina, haciendo la hipotenusa de su itinerario hasta la Alameda Principal.