Comencé a subir por calle Larios, y por un momento me olvidé de los problemas que nos llevan acosando durante todo el año, mi mente se quedó a merced de aquel momento mágico que grandes y chicos estábamos esperando, el encendido de las luces de Navidad, el que nos anunciaba que ya llegaba esa Fiesta tan entrañable y tan nuestra en la que los corazones se unen y en la que intentamos disfrutar por unos días de paz y armonía. Y llegó el momento, todos mirando al cielo, como si regalos nos fuesen a llover, y entonces entre la multitud agolpada por cualquier esquina de la calle y bajo la luz de las estrellas, se hizo el esplendor, majestuoso e imponente. Original, ¿por qué no? Aquellas lámparas de araña nos hacia sentir como si estuviésemos todos en un gran salón alrededor de la mesa. Mereció la pena volver a vivir ese momento.